Marchitarse nunca fue una opción

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Justo estaba floreciendo cuando una gran sombra se alzó sobre ella y provocó que se fuera marchitando. Su suave cara se sintió solitaria, su blanco pelo se movió sin control con el viento, su firme cuerpo se debilitó y sus extremidades flaquearon. 

«Necesito moverme» pensó, pero sus piernas no reaccionaban. Lo intentó, y lo volvió a intentar. Pero nada. Nada. Nada…Aunque realmente no sintiera nada, sabía que eso no era bueno. Sería su primera primavera…y la última. Necesitaba tumbarse sobre la fresca hierba. Pero no se rindió y volvió a intentar desplazarse, y esta vez sí que lo consiguió, pero porque se separó de la tierra. El viento otra vez le daba en su pálido gesto, pero esta sensación no era de felicidad, sino que era enfermiza, no le entusiasmaba.

«¿Qué pasaba ahora?» se preguntó. 

Al principio aunque solo tenía una intuición, se alegraba de poder volver a moverse, pero cuando llegó a un lugar de madera caoba que parecía inofensivo, la luz y el aire, desaparecieron de golpe. Se empezó a ahogar, el aire no traspasaba su sistema respiratorio. Además, al no tener tampoco agua, hacía que se secara. Estas situaciones provocaron que tampoco pudiera alimentarse por el gran agobio que sentía. Cuando fue a dormirse para intentar pasar este mal trago, la luz volvió. Y el viento. Y esa sensación de estar en casa.

«Menos mal» suspiró. No creía que pudiera aguantar más.

Fueron pasando los días y las estaciones. No solo cumplió una primavera, sino también un verano y un otoño. En este nuevo lugar, estaba muy bien atendida. Nunca se olvidaban de nada. 

Un día, decidió mirar a la ventana y vió a sus antiguas amigas llenas de juventud, con sus melenas al aire, junto con otras nuevas. Algunas eran una ruleta de la fortuna para muchas personas, ya que tenían en ellas, las respuestas a sus preguntas: “Sí, no, sí, no…”. Alguna vez escuché que una niña preguntó si le gustaba a su amigo y ellas le ayudaron. 

También vió a otras a las que sus novias le estaban dando suaves besos amarillentos, con las que podrán reproducirse y dar lugar a nuevos seres…Nunca llegará a conocer esa sensación. Aún así, estaba bastante contenta con lo que le había tocado vivir.

Finalmente, entre “Mon amoures” y “aserejés”, creció desmesuradamente a la vez de estos ritmos. Sintiéndose mucho más fuerte y resiliente que nunca. Y llegó el invierno, su mayor terror, pero no tenía miedo, sabía que podía con ello. Así fue, el frío no se colaba por su sistema, al contrario, seguía notando calor. 

El 25 de Diciembre, se sintió aún más acogida, había más gente a su alrededor y mucha alegría. Cosa que no había ocurrido en esa primera primavera, en la que al haber tantas, no pudo florecer correctamente, sus raíces no tenían espacio para crecer, no la dejaban desarrollar todas sus partes, aun cuando iba a ser un éxito. Por eso, la margarita volvió a girarse a la ventana, y pudo observar como todas aquellas flores que no la dejaron poder florecer correctamente, se marchitaron. Ahora eran ellas las que se habían ahogado las unas a las otras. Aunque sus novias negriamarillentas, las abejas, cumplieron bien su función, creándose unas nuevas margaritas más esparcidas que no interfirieran entre ellas. 

En ese momento, pudo darse cuenta que la salvé al recogerla del prado y llevarla a una gran maceta, donde ella pudo ser ella misma, sin estar presionada, opacada o sin la toxicidad de las otras. 

Pues siempre es mejor estar sola y poder brillar, que estar bajo la sombra de otras que solo hacen que te marchites.

Microrrelatos cambiantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora