NESS Y SU NUEVO TRABAJO

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Me levanté temprano para poder ir a pedir trabajo, esperaba que no me lo negaran por ser una niña. Después de preguntar y preguntar, llegué a donde me indicarón. Caminé puesto por puesto preguntándo si necesitaban a alguien, aunque fuera para barrer, pero nadie quería contratar a una niña de 14 años con la cara un poco sucia.

Caminé a lado de un puesto de comida y ver a las personas disfrutando sus tortas solo me dió más hambre, los miré un momento mientras se me hacía agua la boca, pero no tenía ni un peso para comprar el puro pan. Dejé de torturarme y seguí con mi misión.

Despúes de dos horas y la mayoría del mercado recorrido, me rendí. Me senté en una banqueta justo a lado de un puesto de frutas y verduras. Mi estómago rugia cada vez más. No había comido nada desde hace días. Y pasando por ahí solo me daba más hambre. Las frutas que vendían, los tacos de barbacoa.

Pasé mis manos por mi cara, frustrada por no haber conseguido nada. Alcé la vista y ví a un chico que llevaba lo que parecía una piña a la basura.

"Ay no, no lo hagas" me repetía, pero fue tanta mi hambre que apenas se dió media vuelta el chavo y corrí a la basura como si mi vida dependiera de ello. Saqué la piña y la miré con un poco de asco, ya que, tenía una parte más oscura y olía algo mal.

Idiotas, ¿No saben que se puede hacer tepache con esto o qué?

No tuve más opción que comer de la piña echada a perder. La mordí y sentí el sabor fermentado, pero no me importó. Seguí comiendo como lo hambreada que estaba, no me importó que el jugo de la piña manchara mi blusa.

En unos momenos me acabé la piña y la boca comenzaba a escaldarme por haber comido el corázon, todo mundo sabe que eso no se come. Pero estaba hambreada.

Me estaba limpiando las manos cuando ví al chico acercarse con otra fruta en sus manos, me miró y se detuvo. Me siguó viendo extrañado, despúes regresó su vista a el bote de basura y ya no vió la piña como era de esperarse. Volvió su vista a mí y agaché la vista.

- ¿Te comiste la piña? - preguntó serio señalando la basura. Me quedé en silencio.

- Tal vez - murmuré. Suspiró.

- ¿Por qué no dijiste que tenías hambre? - seguía mirando mis pies, no me atrevía a verlo a los ojos.

- No es algo que le importe a las personas. - respondí despues de un silencio.

- No todas las personas son culeras. - respondió. - ¡Quédate aquí! Ya vuelvo. - el chico se fue corriendo al puesto, minutos despues llegó con una bolsa. - Mira, aquí hay plátanos y mangos. - me extendió la bolsa. - No los sacamos a la venta porque tienen una parte mala, pero si les cortas eso, están buenos. - mencionó entusiasta.

- G-Gracias.

- No hay problema. Me llamo Pablo. - estiró su mano. Me quedé callada y tomé su mano en un saludo.

No me presenté, no por grosera, pero no quería decir "Me llamo Vannesa", no quería recordar a mi madre. Pablo me miraba esperando decirle mi nombre.

- ¿Ah? ¡Ah sí! Lo siento. Soy _____, aunque puedes decirme Ness.

¿Qué? Sí es diminutivo de Vanessa, pero tambien es como el monstruo de lago.

- Mejor te diré Ness, y ¿Por qué estás acá sola?

- Larga historia. Lo resumo en chismes y que mi mamá le creyó más a su comadre que a su propia hija.

- A veces pasa

- Y ahora no encuentro trabajo.

- Que mal. - estaba a punto de decir algo cuando se escuchó un grito.

- ¡Pablo! - ambos volteamos y ví a un anciano mirándo hacia nosotros. - ¡Que bonito te ves platicándo! ¡Y la chinga me la llevo yo! ¡Que bonito cabrón! - el chico aguantó un poco la risa.

- ¡Ya voy, abuelo! - reí al ver la escena. - Lo siento, Ness. Te veo luego.

- Claro, no hay problema, y gracias por la fruta. - Pablo se quedó callado unos segundos y despues sus ojos se abrieron.

- Tengo una idea. ¡Ven conmigo! - me jaló del brazo y me llevó corriendo al puesto.

- Abuelo, ella es Ness - agité la mano en forma de saludo. - Y no tiene trabajo, ni perro que le ladre. ¿Puede trabajar aquí? - el anciano nos miró dudoso.

- Ven hijito - Pablo se fue con su abuelo a un lado donde no pudiera oírlos.

- Buenos días - llegó una señora al puesto. Volteé para ver si ya venían, pero seguían hablando.

- Buenos días. - saludé.

- Pónme un kilo de limón por favor. - pidió. Mi corazon empezó a latir muy rápido y me quedé estática.

¿Debería decirle que no trabajo aquí?

La señora me miró impaciente. - Mija apúrate porfavor.

- Ah sí, lo siento. - tomé rápido una bolsa y comencé a meter los limónes. Por suerte había una báscula.

Terminé de embolsar y le entregué la fruta.

- Sí me disculpa, ¿Qué hará cpn eso?

- Viene familia del rancho y quieren agua fresca.- respondió.

- En ese caso, sí me permite una sugerencia. Debería comprar pepino y más limón, así le saldria una deliciosa agua de pepino con limón. Y como viene mucha familia, no le va a alcanzar con un solo kilito. - la señora escuchaba atenta. - Los limones que vendemos, si bien es cierto que tienen mucho jugo, son tan ricos que el agua se acaba rápido. Y con esta calor, Ahí le encargo.

- Tienes mucha razón niña. Damé dos kilos de limón más y tres kilos de pepino.- sonreí victoriosa.

- Enseguida. - comencé a guardar todo lo que pidió. - Y si le echa un poco de apio, ¡olvídese! El marido hasta se vuelve más cariñoso.

- Ay sí, sí. Ponme apio tambien.- mencionó entusiasmada.

- Enseguida.

- ¿Qué es don Matías tuyo? - preguntó la señora.

¿Quién es don Matías? ¿El abuelo de Pablo?

- Es mi abuelo. - respondí.

- ¡Ay don Matías! - la señora habló a "mi abuelo" quien estaba a mis espaldas. - Su nieta me acaba de dar unas recetas buenísimas. - Pablo y don Matías me miraban confundidos.

- Pablo, cóbrale a la señorita por favor. - pedí. La señora se emocionó cuando le diije así.

- Gracias por lo de señorita, pero me chiveo. - Pablo me miró confundido y comenzó a hacer cuentas.

- 30 por 3 son 90 y 25 por 3 son 75 y 90, 165 y 15 del apio son 180 por favor.

Mi cerebro hizo corto, Pablo hizo la cuenta de todo en un momento, y yo apenas estaba deduciendo cuando era 30 por 3.

- Muchas gracias.

- Gracias a usted - dijo Pablo y la señora se fue felíz.

- ¿Cómo hiciste eso? - pregunté atónita.

- ¿Hacer qué?

- Sacaste la cuenta tan rápido. Ni siquiera terminé de sumar 3 veces 30.

- De eso vivimos Ness- habló el abuelo. - Es algo que pronto vas a aprender.

- O sea que ¿cambió de opinión? - preguntó Pablo.

- Exacto, Ness puede trabajar aquí.

- ¡Si! - Pablo me abrazó felíz.

Despues de todo, tengo un trabajo y una familia.

BROTHERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora