México observaba a Guatemala charlar con Alemania, sus ojos estaban enfocados en él solamente, lo demás daba igual, solo importaba Guatemala.
Este ni siquiera se percataba de ello.
Habían pasado tres meses desde que le pidió salir a México, sentía que sus esfuerzos para que México lo amara eran en vano, aunque, sabía que México lo quería, lo apreciaba, pero, ¿lo amaba?.
México sacó su libreta y un lápiz, comenzando a dibujar en ella. México se sentía drogado, drogado por la sensación de calma y paz que sentía con Guatemala, ¿eso era amor?, nunca había experimentado el "amor" nunca lo había sentido, solo había experimentado lo que era que una persona le atrayera físicamente, pensaba que eso era amor, era lo único que conocía al respecto de ello.
Sin embargo, jamás había experimentado esa sensación de paz al estar con alguien, la sensación de estar a salvo con la sola presencia de una persona. Ver el rostro de Guatemala, sentir su presencia, su tacto, ver la mirada de aquel chico le daba sensaciones tan dulces, las cuales le agradaban tanto, que lo hacían ponerse nervioso a veces.
Guatemala observó al mexicano, ni siquiera lo estaba mirando, ¿lo notaba tan siquiera?.
Suspiró desganado.
¿Que iba a hacer?, ¿seguir con México? ¿Buscar a alguien más?.
— Tal vez debería de...
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México notaba a Guatemala más distante, ¿se estaba molestando por el hecho de que no demostraba su amor?, supongo que si, las personas normales demuestran su amor con palabras o acciones, el lo hacía con acciones, acciones que para todos los demás eran cosas muy cotidianas, como dar un abrazo, dejar tocar su cabello, compartir sus cosas, dejar que Guatemala tomara sus cosas sin permiso, todo aquello que los demás veían como cosas normales, el las veía como muestras de cariño.
Pensaba que Guatemala lo comprendía.
Guatemala llevaba semanas así, sabía que era su culpa, así que, tenía que hacer algo al respecto.
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A México le tomó mucho tiempo, una semana y media en hacer una carta expresándose, abriendo su corazón para Guatemala.
En esa semana, Guatemala no estuvo presente en su vida, suponía que estaba todavía molesto, o algo.
Algo nervioso, pero feliz por poder haber echo algo "romántico" con lo cual poder expresarle sus sentimientos a Guatemala.
Empacó ropa en una maleta, junto con cosas necesarias, y se fue directamente al aeropuerto, iba a ir a casa de Guatemala solo para entregarle la carta.
Sentía un nudo en su estómago por los nervios, pero estaba contento.
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El día tan esperado por México llegó, estaba en el hotel con una vestimenta casual, pero a la vez formal. Tomó la carta y la miró decidido.
Sonrió y sin más, tomó sus llaves y salió del hotel, alquiló un auto, planeaba quedarse unos días en casa de Guatemala y luego volver al hotel un día antes de irse a sus tierras.
Subió al auto, recorrió la ciudad en busca de unas flores hermosas para Guatemala. Las rosas eran muy comunes, así que decidió regalarle un ramo de tulipanes.
Eligió el ramo más hermoso, y fue hasta casa de Guatemala, deseaba tanto verlo. Al llegar, se estacionó afuera un poco lejos de la entrada. Tomó la carta y el ramo de tulipanes, tragó duro y comenzó a caminar hacia la puerta.
Pero se quedó a un metro de ella, ya que Guatemala salió agarrado de la mano con un chico.
Su respiración se detuvo por unos segundos, su mano derecha, apretó aquel papel que tenía palabras de amor escritas en él, con mucha fuerza, arrugandolo por completo.
El chico se despidió de Guatemala y se fue en otra dirección sin notar su presencia, Guatemala sonrió al ver como aquel chico se iba.
El menor sintió una sensación incomoda, una vibra pesada, tan pesada que llegaba a asustarlo. Miró a su derecha, observando a México sin ninguna expresión en su rostro con un ramo de flores.
¿México trayendole flores? Esa pregunta quedó en su cabeza un momento hasta que cayó en cuenta de lo que había hecho, del maldito error que había cometido.
— México... yo pensé qu-
No terminó de hablar, México dejó caer las flores y aventó el papel que llevaba en su otra mano, se dio la vuelta y subió al auto, arrancó el auto lo más rápido que pudo y aceleró.
Yéndose después de ver aquella escena de mierda.
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En cuánto cerró la puerta de su departamento, lágrimas salían de sus ojos, lágrimas a montones, y no paraban de salir, intentaba secarlas con las mangas de su camisa.
Quería gritar, los sollozos se hacían cada vez más fuertes, y no podía controlarse. Sin más cayó al piso, se quedó boca arriba, tapó su boca con sus manos, mientras que con la otra formaba un puño y comenzaba a golpear su pierna.
Intentaba hacer que el dolor emocional se volviera físico, creía, que dolía menos llorar por los golpes, que llorar por la escena que había visto antes.
Sin dudas era un idiota.
OvO.