2. Taller

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Dazai despertó a las 2:36 de la madrugada, su cuerpo se movió sólo al sentir el desagradable sabor en su boca. Sus piernas fueron más rápidas que sus ojos y cuando los abrió pudo ver los blancos azulejos del piso del baño.

Sus manos se apoyaron en las frías esquinas del lavabo y su mirada fija en sus ojos reflejados en el espejo mientras su boca se seguía llenando de saliva, preparándose para lo que venía a continuación. Un par de arcadas sacudieron su cuerpo solo para doblegarlo lo suficiente para expulsar lo poco, o casi nada, que su estómago contenía. Su cuerpo tardo alrededor de tres minutos en calmarse. Sin embargo, el castaño se quedó unos segundos en esa misma posición esperando otra arcada.

El agua del grifo corrió llevándose todo aquello que salio de su cuerpo, sin embargo, el desagradable aroma persistía, recordándole al castaño lo acostumbrado que ya estaba a esto. Su mirada se mantuvo viendo el agua fluir hasta irse por el pequeño espacio oscuro entre la blanca cerámica y, como si de un robot se tratase, estiro la mano ya conociendo el lugar donde estaba su cepillo y pasta dental para proceder a quitarse el sabor y aroma que tenía en su boca. Al terminar, tomo algo de agua entre sus manos y la llevo a su cara para después pasarse sus húmedas manos hacia su cuello descubierto, sintiendo algo de alivio por la frescura del agua.

Los efectos secundarios de sus inhibidores y supresores a veces cobraban por la noche, justo como ahora, y desde hace un tiempo que Dazai se acostumbró a estas interrupciones nocturnas. Solo esperaba que los días siguientes el insomnio no fuera tan insoportable.

Su despertador sonó a las 6 de la mañana con un agudo sonido que no duró más de 10 segundos en ser apagado por el Omega, sus ojos apenas habían descansado y sus ojeras denotaban lo difícil que fue conseguir el sueño después de su habitual rutina. Pero debía pararse a tomar sus medicina o sabía que los efectos empeorarían.

Arrastrando sus pasos se dirigió a la cocina y abrió un cajón cerca del minirefrigerador y saco un frasco del cual tomo dos píldoras y las llevo a su boca, el sabor amargo de la medicina se esparció por toda su boca, abrió el pequeño refrigerador y tomo una botella de agua fría de la que bebió lentamente hasta pasarse sus pastillas. Devolvió la botella a su lugar y tomo un objeto morado en forma de pluma, le colocó una nueva aguja que estaban en el cajón de medicinas y se aseguró de colocarla correctamente, se levantó ligeramente la playera para enterrar el diminuto punzo contante y presionó el otro lado de la pluma; un chasquido resonó desde el objeto para después alejarlo, quitarle la aguja y devolverlo al refrigerador.

Dazai procedió a comer una manzana y tomar otro poco más de agua para después cambiarse a un pantalón y playera deportiva con un suéter ligero pero abrigado.

Salir a correr por las mañanas era una de las actividades que encontraba relajante, casi no había nadie a esa hora en el barrio por el que vivía, por lo que podía recorrer varías calles sin toparse con la personas. No era hasta las 7:30 que varias tiendas iban abriendo sus puertas para recibir a los estudiantes y trabajadores que pasaban por ahí para llegar a su destino. De camino a su departamento, Dazai paso a una tienda de conveniencia para comprarse un té de botella y dos panes al vapor. Los cuales comió una vez llego a su hogar y después se duchó.

Tomó su celular y le mando un par de mensajes a Chuuya para saber como estaba

D: "Oye, Chuuya. ¿Ya despertaste?"

D: "¿Tú celo aun persiste?"

No hubo respuesta inmediata, lo que le indicaba a Dazai que era probable que el pelirrojo no fuera a la universidad al menos hoy. Le extrañaba que su amigo haya sido tan descuidado, aunque también era probable que hubiera algún problema con sus medicamentos.

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