♪ Sinfonía n.° 5

83 17 20
                                    

La tarde fue bastante bien para el joven Will. Habían estado jugando a fútbol en equipo, menos Hannibal. Según le había contado a él, odiaba ensuciarse y tirarse al suelo. Era una persona muy refinada.

   Tras perder la partida, un poco cansado, Graham se acercó a Lecter y se sentó a su lado.

— ¿Qué lees?

— Un libro para poder psicoanalizar a los demás.

— Oh, interesante. ¿Y por qué extraño motivo quieres psicoanalizar a las personas?

— Por el mero hecho de querer ser psicólogo, Will.

— Oh, tiene sentido.

Lecter le dedicó una leve sonrisa y siguió leyendo su libro. Will era hiperactivo y odiaba estar mirando a la nada.

— ¿Tienes más cosas que contarme?

— Sí.

— Oh, dime.

— Como no se calle lo voy a triturar y sus cuerdas vocales serán las cuerdas que compondrán mi soñado piano humano.

Estas palabras desconcertaron a Will que, tras ver las marcas de la pared, dudaba sobre si había sido buena idea interactuar con él.

— Qué maravilla... Me voy —dijo asustado mientras se fue corriendo.

Hannibal, al ver que le había dado miedo, sonrió y siguió leyendo mas no todo iba a ir bien. En cuanto los demás lo vieron con Lecter, se acercaron a Will.

— ¡Will, colega! ¿Qué hacías con ese tarado?

— Un respeto, es mi amigo.

— No puede ser tu amigo, es idiota.

— ¿Algún problema?

— Ven con nosotros.

Obedeciendo, les siguió hasta una habitación rara. Todo estaba oscuro: la única iluminación que había era una bombilla alumbrando a una triste mesa que se situaba en mitad de esa sala.

— ¿Ves este lugar? Tenebroso, ¿verdad?

— Pues... un poco, sí...

— Aquí yace Hannibal. Vive aquí.

— No me lo creo. Es una persona demasiado refinada como para vivir en esta cutrez de habitación.

— ¿No nos crees? Agarra a sus víctimas y las trae aquí. Después, lentamente, acaba con su masculinidad.

— No entiendo nada. ¿Estás diciendo que...?

— Hannibal es gay, Will. Por eso lo marginamos desde hace años. Todos los que estamos aquí somos hombres, no podemos vivir con un homosexual cerca. La ducha es comunitaria.

— Sois idiotas. No creo que le gustéis ninguno de vosotros.

— ¿¡Qué insinúas!?

— Como ya os he dicho, Hannibal es muy refinado y le gusta el lujo. Vosotros os ducháis en baños comunitarios. Todo encaja para suponer que no siente atracción por ninguno de vosotros.

— Will, tuvo dos víctimas. Dos.

— ¿Víctimas o novios?

— ¿¡Eres gay!?

— No, pero no soy imbécil.

Al escuchar eso, sus nuevos amigos se fueron de allí dejándolo solo. Y, como era de esperar, encerrándolo sin poder salir de ninguna manera. Will era joven y, al verse encerrado en ese oscuro lugar, le entró el pánico.

Aporreó la puerta mientras gritaba:

— ¡¡¡Auxilio!!! ¡¡¡Sáquenme de aquí!!!

Tras varias repeticiones y, al ver que ninguna de ellas daba resultado, se rindió y se arrinconó en una esquina sujetando sus piernas esperando a que alguien abriese. Tras quince minutos de espera, milagrosamente, alguien abrió la puerta. Aunque iba a darle las gracias, decidió seguir arrinconado y observarle. Era él; Lecter. Había agarrado un cuchillo y no parecía muy feliz. Estaba, como siempre, tranquilo y serio. Will no daba crédito a lo que estaba viendo hasta que salió corriendo nada más ver la puerta abierta.

Una vez entró en su habitación, empezó a rebuscar en todos los cajones. Algo tramaba; se le notaba. Encontró libros, partituras (entre ellas, la sinfonía n.° 5 en do menor de Beethoven) y algún que otro bolígrafo. Nada de su interés.

Mientras rebuscaba, alguien abrió la puerta sin que él se percatase de su presencia.

— Tiene que haber algo, tiene que haber algo...

— Hola, Will.

88 teclas (Hannigram)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora