88 teclas (Hannigram)

Desayuno y presa

La mañana llegó bastante pronto. Para Hannibal, las seis de la mañana ya era muy tarde para levantarse.

— Will, arriba. Vamos.

— Son las seis de la mañana, cállate un rato, anda...

Intimidante, lo miró fijamente hasta causarle miedo a su querido paciente.

— Arriba.

Instantáneamente, Will se despertó.

— Bien. Primer paso del día logrado. Es hora de ir a por el paso dos: desayuno y presa.

El joven se levantó exaltado al ver que lo estaba apuntando.

— Espera, espera. ¿¡Me estás psicoanalizando!?

— Te estoy analizando para ver tus reacciones.

— Por lo que aún piensas que el loco soy yo.

— Efectivamente.

Sin decirle nada, Will bajó a la cocina para hacer sus queridos huevos con bacon. La sorpresa se la llevó al ver que no había nada en la nevera.

— ¿No acompañas la carne de tus víctimas con huevos y bacon?

— Muy gracioso.

— Había que intentarlo.

— No, Graham.

— Will —contestó harto de tener que repetírselo.

— No, Will.

— Maravilloso. ¿Y qué desayunan los caníbales?

En un abrir y cerrar de ojos... Will y Hannibal se encontraban en la calle. El joven con una escopeta en la mano y con ropa de caza.

— ¿Qué hacemos aquí?

— Esperar.

— ¿A qué precisamente?

De pronto, un ciervo pasó por delante de ellos. Hannibal lo señaló.

— A eso. A eso esperamos. Mátalo.

— Ni en broma.

— Es nuestra única comida.

— ¿¡No hay un supermercado cerca en este maldito lugar!?

— Lamento informarte que esa no es la solución en medio de un bosque, Will.

— Porque eres el único psicópata que vive en un bosque. Si tanto te gusta comer gente, vive en una ciudad —. Sin que el caníbal se diese cuenta, Will disparó cansado de estar viviendo todo lo que le estaba pasando. Una vez muerto, Graham le dio el arma a Lecter y se metió en casa— Patético.

— Si viviese en una ciudad, ¿no cree que sería un peligro público?

Will le cerró la puerta en las narices y Hannibal no dudó en apuntarlo.

— Ataques de ira, curioso. Es un paciente prometedor.