~La invocación:

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En la oscuridad del dormitorio solo unas velas iluminaban el pequeño espacio de la habitación. Débiles llamas oscilaban, ondeando por la suave brisa que se filtraba por la ventana. El ambiente de calor de verano estaba presente y envolvía todo en un agradable tinte romántico. La chica encendió la última vela y contempló el escenario que había preparado. Un círculo de velas decoraba el suelo, enmarcando el dibujo a tiza que había realizado con esmero. Un pentagrama invertido.

El aroma del lugar invadía sus sentidos, la suave cera quemaba goteando ligeramente por los lados, era, de hecho, una visión relajante. La chica suspiró y cerró los ojos, recordando las líneas que se suponía, debía recordar. Cuando terminó el ejercicio mental, dejó caer el vestido negro que llevaba, revelando nada más que su piel pálida debajo. Sus pies descalzos tocaron el pentagrama y se sentó de rodillas en el suelo, justo en el epicentro del mismo.

-Te conjuro, Satán, príncipe de este mundo. In nomine dei nostri Satanas, Luciferi excelsi. Me muestro ante ti sin más mortajas que mi cuerpo y mi piel. Mi sangre y mi carne. Descubro mis pecados sin vergüenza ni mortificación alguna. Te alabo, oh príncipe del inframundo y te llamo esperando tu respuesta. Por favor, concédeme mi deseo, pues he sido tú hija más fiel estos últimos años. Hail Satan.

Sus palabras cesaron y esperó unos instantes a que su rezo hiciera efecto. Sus ojos revolotearon por la habitación en busca de cualquier signo con vida. Aguardó unos minutos y luego la desilusión la golpeó. Como esperaba, no funcionaba. Pero quería creer que era posible. Necesitaba hacerlo. Solo quería convocar algo o a alguien... Cualquier cosa. Sintiéndose algo patética junto sus manos, como si estuviera orando y repitió las palabras.

-Por favor. Ven a mí. Te necesito.-murmuró, hablando a la oscuridad de su habitación.

Sabía que sonaba absurdo, arrodillada pidiendo a alguien que ni siquiera sabía que existía que acudiera a ella. Se sintió vacía y lo peor, sola. Lloró en silencio, sabiendo que nadie podía aliviar su dolor. Había derramada demasiadas lágrimas por ello, pero no podía evitarlo. Su corazón se sintió pesado y apesadumbrada abrió los ojos. La decepción apoderándose rápidamente de ella. Se levantó del frío suelo y miró alrededor de la habitación en busca de algo, cualquier cosa que pudiera significar una señal. Al no ver nada decidió que lo mejor sería vestirse y olvidarse del asunto. Puede que lo intentara en otra ocasión, quién sabe.

-Debería encargar una pizza... -Se dijo a sí misma, decidida a cumplir con su capricho. El único que se cumpliría hoy, al parecer.

De repente, un sonido llamó de pronto su atención y se detuvo, sin siquiera darle tiempo a vestirse. Eso ya no importaba. Se giró lentamente, intentando descubrir el origen de ese ruido. Sonaba como un chasquido, como el crujir de la madera debajo de sus pies. Un temblor la sacudió y se agarró con rapidez a la pared, golpeándose levemente contra ella mientras un pequeño terremoto sacudía el lugar.

Algunas velas cayeron de la mesa, extendiendo su llama por el suelo. Aterrorizada, pudo vislumbrar como el fuego recorría las líneas del pentagrama, iluminándolo de un rojo fluorescente y enmarcando el símbolo del diablo en él. Por suerte el fuego no parecía extenderse y del circulo de llamas vio emerger a un ser que parecía inhumano.

El temblor cesó y tragó saliva ante la impresionante visión. La madera se había astillado y las tablas del suelo de madera se levantaron, como una puerta abriéndose hacia las fauces del abismo. La oscuridad que emergía de aquel lugar era incluso más oscura que la propia de la habitación, que ahora había quedado débilmente iluminada por las pocas velas que habían sobrevivido al terremoto.

Paralizada a solo un par de metros, vio a aquel demonio, criatura o lo que fuera. A simple vista parecía un hombre de estatura media, pelo castaño y extraña indumentaria. Su pintura de calavera enmascaraba el verdadero rostro de aquel ser. ¿O tal vez era ese su verdadero rostro? Sus pies parecían tocar algo que no era suelo firme, podía oír el chapoteo, como si estuviera pisando agua. Le miró asombrada por su belleza. Su boca se torció en una sonrisa complaciente y cuando escuchó su voz un escalofrío recorrió su columna.

-Buenas noches, ¿a qué debo el placer?

Se quedó sin habla en ese instante. Había logrado invocar a algo... Hombre o demonio, no estaba segura, y este había acudido a su llamada. Pero ahora no sabía qué hacer. Sentía su mirada bicolor traspasar el fondo de su alma, abriéndose camino como una fiera avanza sobre la maleza. Sintió un escalofrío cuando esa criatura se paró justo en frente de ella. No supo que decir ni qué hacer, solo se quedaron observándose durante unos instantes que parecieron eternos hasta que él decidió romper el silencio.

-Me has convocado y aquí estoy. Mi nombre es Copia, ahora, ¿qué deseas de mí?

Su mirada era feroz e intimidante. Sus ojos eran diferentes, uno verde brillante y otro blanco aterrador. Parecían arder con las llamas del infierno. Había un aura fantasmal a su alrededor. Parecía etéreo. La pintura de calavera acentuaba sus rasgos de manera magnífica. Era guapo. Su mandíbula era fuerte y marcada y su traje azul brillante enmarcaba sus anchos hombros y su cadera, adaptándose increíblemente a su cuerpo y dejando muy poco a la imaginación. Se fijó en que el traje tenía las mangas negras, como si estuvieran manchadas. La ropa era elegante y siniestra y la lucía muy bien. Copia le dedicó una sonrisa impertinente. Sabía que le había estado mirando demasiado, pero era inevitable. Sentía su atracción como una abeja que se posa en una bella flor, en busca de la miel más dulce.

-¿Y bien? -inquirió él, sin tratar de esconder su sonrisa burlona.

-Yo, eh... sí, te he llamado.

Él asintió sin moverse y ella se sintió torpe. Claro que sabía que le había llamado, era la única en la habitación. Sintió el temor de la chica y dio unos pasos adelante, inclinándose hacia ella cada vez más cerca. Podía sentir su inquietud y su deseo.

-No tengas miedo. No estoy aquí para causarte dolor, más bien lo contrario. Ven, acércate a mí.

Ella asintió y aceptó el suave abrazo. Se dejó llevar y cerró los ojos, apretando su cuerpo contra el suyo. Aspiró el suave aroma y suspiró aliviada. Olía a incienso y a algo más. Algo así como leña quemada, un agradable almizcle que la dejó totalmente relajada. Podía sentir su energía alrededor, rodeándola como si fuera una sábana cubriendo sus hombros. Le daba calor y se sintió extrañamente protegida. Ya no tenía miedo.

Él tarareó con placer al verla deshacerse. Le dio un confort que nadie le había dado en años.

-Eres hermosa, ¿lo sabes? -susurró en su oído. Ella asintió, sintiéndose algo avergonzada. -¿Crees que no me he dado cuenta de lo que sientes? -continuó, enterrando la nariz en su cabello e inhalando suavemente. -Puedo sentir lo que tú sientes. La pasión, el miedo, la conmoción, la curiosidad... -murmuró, mirando sus ojos y después centrándose en sus suaves labios mientras le susurraba. -La lujuria.

-La verdad es que... me siento sola...

Tan patético como sonaba, la chica se sintió aliviada al sentir que podía contárselo. Se sentía confiada a su lado. Además, aunque quisiera ocultar sus sentimientos sabía que no podía. Él lo sabría.

-Lo sé. Y no tienes que sentirte humillada por eso. Eres hermosa e inteligente. No tendrías que sentir eso, sino el poder en ti. Siente tu propia sensualidad, pavonéate de ella... -dijo, acariciando su rostro. Ella cerró los ojos ante su suave toque. E ncendió una llama en su interior que no sabía que existía.

-¿Quieres estar conmigo?

Ella asintió, embriagada por sus sentimientos.

-¿Quieres poder? Yo te lo daré. ¿Quieres la salvación? También puedo dártela. Puedo darte todo lo que desees. Y así nunca jamás volverás a sufrir. -dijo con su dulce voz, al igual que la de un ángel caído. Ella se apartó, sin soltar sus brazos, para mirarle y él le dedicó la más prometedora de las sonrisas. -Ahora, ama, dime tu deseo. Lo que quieras y cuando quieras. Yo lo cumpliré.

-Te quiero a ti. Para siempre.

Él asintió sin apartar esa sonrisa de su rostro, después estrechó su mano entre la suya y besó delicadamente sus nudillos, casi con devoción.

-Así será.

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⏰ Última actualización: Dec 11, 2022 ⏰

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