Capítulo 1

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El barco nupcial navegó serenamente bajo el cielo del atardecer. El clima era tranquilo y perfecto, dispuesto así por voluntad del rey Tritón, rebosante de felicidad por el día de la boda de su hija menor.

Los humanos a bordo estaban muy contentos. Bebían vino, ron, aguamiel y todo lo que se sirviese. La mayoría bebía por la alegre celebración, pero había quienes lo hacían en exceso, incluido Lord Grimsby, para intentar olvidar el hecho de que el príncipe Eric se había casado con un pez. Todos estaban de acuerdo en que casarse con un pez era considerablemente mejor que hacerlo con la bruja octopoide que casi había engañado al apuesto joven príncipe. La princesa Ariel era encantadora, dulce y amable. Tenía piernas como las de un humano, pero ninguna iba a hacer olvidar fácilmente el momento en el que, estando en la cubierta, a la chica de pronto le apareció una cola escamosa y verde. Entre el grupo de nerviosos estaban aquellos que se ganaban la vida aprovechando las riquezas del mar. El de Eric era un reino costero. La pesca era su principal fuente de alimento. Ahora era difícil asimilar que, aquello que una vez capturaron en sus redes, pudiese ser pariente de su princesa. El transporte marítimo era otro medio de ingresos, e incluso la piratería (aunque la llamaban corsarismo). Pero ahora se confirmaba que el mar era el reino de un rey, un rey con poder sobre el viento y las olas, un rey que podía imponer restricciones a los viajes a través de su territorio. El personal de la cocina real había estado en cuarentena. ¿Cómo preparar el tradicional festín de bodas y a la vez mantenerse alejado de los mariscos? En lugar de suculentos delfines asados, tenían que servir carne de vacuno. Los pocos ganaderos del reino estaban bastante satisfechos, pero sus rebaños y granjas no abastecerían al pueblo para siempre. Con todo esto, era comprensible que el licor fluyera libremente. Los únicos a bordo que no estaban angustiados por una cosa u otra eran los novios, y el perro peludo de Eric, Max. Max se había comido la mayor parte del pastel que el chef Louis había arruinado persiguiendo a Sebastián, y el ahíto perro estaba ahora tendido durmiendo junto al mástil principal. Louis, que se había quitado la mayoría de sus dientes, dormía plácidamente por el brandy que se le había dado para aliviar el dolor.

Ariel y Eric estaban de pie en la proa, abrazados. El viento agitó su lustroso cabello rojo y le hizo arrugar el dobladillo de encaje de su vestido.
-Oh, Eric, soy tan feliz -dijo ella con aquella voz susurrante y melodiosa que él había escuchado en sus sueños desde el día en que lo salvó de ahogarse.
Él tomó su mano y la llevó a sus labios, besándola lentamente.
-¿Vamos a nuestra habitación?...

La noche de bodas de Ariel y EricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora