Las celdas no dan privilegios. Tras las rejas no hay amigos, no se llega al compañerismo.
Pocas eran las celdas que tenían una sola cama y existían por dos simples razones:
-Quién dormía ahí era demasiado inestable o peligroso.
-Quién dormía ahí sabía demasiada información.
El rugido de la motocicleta era tan alto que los peatones se giraban para mirar. El sonido bombeaba del escape de la deportiva que corría por las calles de Nagoya. Era la punta del grupo, el líder de las motocicletas que iban en fila avanzando entre los carros.
No era inusual encontrarse con grupos de motociclistas que conducían juntos. Cerca de las avenidas grandes que se unían a las carreteras para salir de la ciudad muchos grupos se reunían para ir por carreteras en viajes, sin embargo, no era común verlos pasar por el centro y mucho menos con maquinaria lujosa.Una de ellas se adelantó y las demás se dispersaron entre las calles.
La figura masculina cubierta por una chaqueta negra, casco mate y visera oscura, comenzó a descender la velocidad hasta detenerse por completo en frente del edificio del periódico de Nagoya.
El periódico era un edificio que se alzaba como el hogar de las noticias en la ciudad; se repartían cientos de diarios de madrugada para estar a tiempo a primera hora de la mañana.
En la parte superior del edificio se instalaban decenas de oficinas, salones de reuniones y espacios de trabajo. Debajo de la entrada se encontraban las enormes maquinarias de la imprenta de donde salían y se repartían las noticias escritas.El motociclista bajó de su vehículo al llegar, cargó con una pequeña caja envuelta y se encaminó a la recepción.
Detrás de un escritorio una mujer rubia con coleta de costado atendía una llamada al teléfono. La visera del casco se levantó, revelando un par de ojos carmesí.―Un paquete para la señorita Tomoe― anunció. La rubia con coleta de costado alzó su mano en seña de esperar y el repartidor asintió.
Mientras esperaba por la atención, el joven paseó por el lobby viendo y leyendo las placas conmemorativas de los años, las publicaciones del periódico, premios y fotografías con personas que parecían importantes.
―La señorita Tomoe bajará en unos minutos, se encuentra en una junta importante.
El motociclista asintió y acercó una hoja de papel doblada.
―¿Podría poner la firma de entregado y el sello del lugar? Tengo que retirarme para seguir mis entregas.
―Con gusto. Se lo entregare ya mismo.
Tal como pidió, la rubia selló y firmó antes de tomar la cajita de cartón. El interior de ella emitía un suave tic tac.
―Gracias― el joven salió del lugar y subió a la moto; un suave ronroneo y ésta se puso en marcha. Levantó el pedal, aceleró en el manubrio y se movió sobre las calles, fluyendo sobre el tráfico de la mañana. Respetó cada uno de los señalamientos de tráfico, se detuvo en cada semáforo y siguió en dirección a la carretera hacia Tokio.
Se detuvo en una gasolinera a la orilla de la ciudad justo cuando una motocicleta hermana se detenía a su lado. La tercera llegó, estacionándose junto al dispensador, tomó la manguera y comenzó a cargar.
El joven repartidor estiró su pierna al apagar el motor y desmontó, desabrochó el casco y lo retiró con cuidado. El cabello cenizo y puntiagudo de Gekkoin fue desordenado al pasar su mano por él, el casco había aplastado cerca de sus patillas tras tantas horas conduciendo.
YOU ARE READING
Bestias
Fanfiction¿Qué sucede cuando la policía no puede atrapar a una sospechosa banda de criminales? El escuadrón especial "Demoniaco imperial" entra en acción. Pero cuando ni ellos son capaces de resolver el problema, cuando no logran atrapar a las "bestias" para...