Parte 4

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Ivy:

Los días pasaban y mi padre seguía en un hospital, dejándome inquieta. No importaba cuanto empeño le colocaba, él seguía con algunos tubos que le daban un poco de vida, mientras el diagnostico seguía siendo desalentador.

Mi tía odiaba ver aquel estado en el cual su hermano se encontraba, por lo cual se negaba a visitarlo, deseando llevar lo más bonito de él; pero negándose en verme.

Nunca había entendido el motivo del desprecio que mi tía sentía hacia mí, yo solo era una adolescente que trataba de llevar una estancia tranquila a su lado; sin embargo, era juzgada por ella.

Deseaba alejarme de la casa de mi tía, pues la estancia no era agradable. Me repetía sin cesar que yo había sido la desgracia de su familia. Me sentía miserable al escuchar cada palabra cruel que había salido de su boca.

Mi padre había dicho que su hermana era algo especial; sin embargo, ni siquiera él esperaba tanta maldad intrínseca de ella hacia su sobrina.

Aún extrañaba a mis padres: sus risas, su apoyo, sus gestos, expresiones etc. Deseaba que pudieran abrazarme y apoyarme como siempre lo habían hecho, brindándome su apoyo incondicional.

A las cinco de la mañana me levantaba para ir al trabajo. Me preparaba lo más rápido que podía; ya que mi jefe era algo exigente, a pesar de que aceptaba a menores, los explotaba haciéndolos trabajar nueve horas desde las 15:00 de la mañana hasta las 23:00 por menos de la mitad de un salario convencional.

Odiaba mi trabajo, deseaba poder renunciar y gritarle a ese desengarzado sus vergüenzas; sin embargo, debía callarme y aguantarme ese ambiente hostil para poder pagar las facturas del hospital de mi padre.

Sabía que era una hipócrita dándole una sonrisa al canalla que explotaba a sus trabajadores, sabiendo que podía denunciarlo y observar como las autoridades intervienen por sus actos desagradables y criminales; sin embargo, esa ilusión se quedaba en mi mente donde podía divagar, mientras me desahogaba.

Trabajaba en un pequeño local de comida. Mi labor consentía en limpiar los baños con unas cuestionables medidas de seguridad, limpiar las mesas, servir a los clientes, limpiar la cocina, limpiar el comedor, cobrar etc. Había entendido la definición de flexible en el mayor nivel de un avaro.

A penas tenía tiempo de visitar a mi padre, cuando el explotador de mi jefe tenía un poco de piedad o eso decía, mientras contaba en su mano aquel pequeño fajo de billetes que tenía para pagarme menos.

Mi tía ni siquiera notaba que no estaba en su casa, a ella poco le importaba mi seguridad. Mi madre me había regañado y castigado si supiera que trabajo hasta 23:00 de la madrugada en un local de dudosa procedencia.

Es algo gracioso que mi tía piense en ocasiones al notar mis salidas que soy una "barata" como suele llamarles a las mujeres que se acuestan con hombres a cambio de un poco de dinero; sin embargo, ella traía a distintos hombres a su habitación, mientras fingía ser una mujer recatada con sus amigas. No me importa su vida personal, ni tampoco la juzgo, solo me parece hipócrita que me critique como si fuera una figura de autoridad moral cuando ni siquiera lo es y dudo mucho que algún día lo sea.

Siento que soy una intrusa en la casa de Fernanda y suele gritarme por algo insignificante, mientras deseo que mi padre se despierte y poder formar una familia junto a él y mudarme de esa jodida casa.

Ni siquiera puedo darme el lujo de dormir tranquilamente; ya que debo recuperar las horas perdidas y estudiar para los exámenes. Siento que me estoy en mi límite para poder subsistir y llevar una vida relativamente estable.

Me dirigía al hospital a encontrarme con mi madre; ya que estaba demasiado delicada y me habían recomendado por decir de una manera amable entrar con el tapabocas y otras medidas de seguridad.

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⏰ Última actualización: Mar 08 ⏰

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