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Mis padres pisan casa cuando yo hace un par de horas que me he despertado. Mi padre me cuenta lo genial que va todo y las ganancias que está empezando a aportar el nuevo local. Río con mi padre y, emocionadísima, le comento que estoy deseando empezar con el boceto que él me propuso. Se supone que el cliente pasará esta tarde y ambos y juntos, harán el vaciado de ideas. Me irá bien despejarme un rato y dibujar.

La mañana pasa tranquila y serena. Mi madre obvia el tema del ojo un poco hinchado de Drake, como ella dice, solo cree que son cosas de adolescentes, pero nada más allá mamá, nada más allá. Sobre las siete de la tarde recibo un mensaje de Alissa.

"Llama, maldita puta" ruedo los ojos mientras río y pulso el botón de llamada.

-¿Qué pasa?- hablo mientras mordisqueo una manzana.

-Creo que te va a gustar esto que voy a decir- y me preparo para lo mejor.

Sí, efectivamente me encantó. Hacía bastante tiempo que no salía de fiesta con mi amiga, solo con mi amiga, y doy por hecho que no voy a encontrar ninguna presencia molesta en esa discoteca. No, por supuesto que no.

Ella solo ha traído su calzado ¿Qué es lo genial de ir a Palladium? Que contra más zarrapastrosa vayas, más posibilidades tienes de no hacer cola. Sin embargo, llevar bambas es un requisito indispensable, y me emociona profundamente que a mi mejor amiga le apetezca acompañarme. Es terriblemente extraño y terriblemente genial, también.

-¿Crees que enseño demasiado con esta esta?- me pregunta. Definitivamente sí, enseña demasiado. Pero... ¿Qué más da?

-La verdad es que sí- digo asintiendo mientras río.

-Perfecta entonces- ambas reímos. A ella le encanta venir a mi casa a arreglarse, principalmente por la diferencia entre nuestras familias.

Nunca me he quejado por tener unos padres que me repriman, jamás. Mis padres son ultra-permisivos conmigo, pero porque yo, me lo he ganado a pulso. Es decir, estudio, saco buenas notas y pese a eso tengo una amplia vida social. Mis padres se fían y confían en mi cabeza cuando salgo, ambos saben que no soy una niña pequeña y tengo el temperamento suficiente como para saber qué hacer si la cosa se pone fea.

La diferencia entre Ali y yo es que yo nunca le ha dado motivos a mis padres para desconfiar, y ella lo hace continuamente. Y si le añades que sus padres son cero permisivos con ella pues... Ahí tienes el resultado.

-¿Qué hay de ti? ¿Qué te vas a poner?- me interroga ella.

-Mmmm...- miro mi armario, y no sé que contestar.

Rebusco por varios minutos hasta que me hago con unos short de tiro alto rotos. Antiguos Levi's Straus de mi madre, ahora mis mejores amigos para salir de fiesta. Los tiro sobre la cama y continúo mi búsqueda.

Me agencio un top negro. Corto, muy corto. Pero me gusta. Solo tapa mi pecho, y es más parecido a un sujetador que a una camiseta, pero me gusta cada vez más. La espalda está formada por los tirantes ultra finos que bajan en vertical y se unen con unas tiras horizontales que dejan poco a la imaginación.

-Y decías de mí...- murmura ella.

Le tiro un cojín y reímos mientras ambas nos zampamos el helado de fresa y limón que mi madre preparó hoy. Es nuestro postre y ayudará a que el alcohol no nos pegue una patada en el estómago a las dos. Aunque con las pizzas, las patatas fritas y las alitas de pollo creo que hemos tenido suficiente.

Una vez acabado, me dispongo a cambiarme. Mi ropa interior también es elegida al detalle, no por nada, sino que, depende que ponga, se verá a través del short o del top. Cubro mis piernas con unas medias no demasiado tupidas y me interno en la vestimenta. Calzo mis deportivas negras de plataforma y estoy lista.

El monstruo IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora