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–Llevas dos horas aquí parado, estamos por cerrar. –La rubia a su lado insistía por tercera vez en la noche al pelinegro que no despegaba la vista de la puerta del establecimiento.

–Esta por llegar, solo viene algo tarde. –Respondió con la mirada cansada,parpadeando apenas, con miedo a que al hacerlo el hombre apareciera y desapareciera.

–Han, no va a llegar. –Soltó en seco la castaña, recibiendo un golpe en el hombro de la rubia. –¿Quieres que mantenga su ilusión? Debemos irnos, es noche ya, Jeongie. 

–Igual no es manera de decir las cosas. –Regañó a la otra, apartandola. –Oye, seguro tuvo un contratiempo y pensó que ya te había ido, o surgió algo es su trabajo, siempre dices que esta ocupado con sus casos. –Intentó animar, llevando una mano a su hombro para hcerle mover de sitio.

–Debí pedirle su número telefonico, así sabría que le pasó.

Por primera vez, JeongHan se había preguntado ¿qué haría JiSoo por las tardes? Estaba acostumbrado a verle cada mañana que jamás se pregunto si cabía la posibilidad de verle por las tardes; y vaya que la respuesta se veía poco esperanzadora con lo que pasaba justo ahora.

–Mañana se verán, y te dirá porque no pudo llegar. ¿O no, Nay?

La castaña solo asintió, recibiendo una mirada para de JeongYeon para que se acercara a dar apoyo. –El trajeadito no te dejaría plantado a propósito, se ve que es buen tipo.

–Lo sé, solo estoy preocupado. –Suspiró, abatido. –Pero es cierto, ya pasan de las once y debemos ir a descansar. –Se reincorporó arreglando su ropa. –Adelántense al auto, yo cerrare la cocina y puerta principal y las llevaré a casa.

–No es necesario, aún alcanzamos el último urbano... –Se vió interrumpida por el pelinegro quien alzo la mano, para hacerle parar.

–Se quedaron hasta tarde por mi culpa, es lo menos que puedo hacer por mis amigas.

Ambas sonrieron enternecidas, y salieron del lugar tras tomar sus abrigos y colocárselos, el invierno apenas comenzaba y el frío parecía ser más crudo cada vez, o por ser esa noche se sentía así.

–Si el mentado abogado termina lastimando a Hannie, va a conocerme. –Reprochó la castaña.

–Confiemos en que eso no pasará, Yoon merece cosas buenas, y eso tendrá.



Desafortunadamente, las cosas no siempre salen como pensamos. 

Hong JiSoo no se apareció al día siguiente para aclarar las cosas, ni siquiera para ir por un café, tampoco apareció los siguientes tres días. Y pronto los días pasaban y se convertían en semanas, que al poco tiempo se volvieron meses, la primavera comenzaba a dar señales de hacerse presente, y con ello la desesperanza de que aquel pelinegro regresara.

–¿Le habrá sucedido algo? –Volvía a preguntarse por cuarta vez en el mes.

Y es que fuera de molestarse, ahora le llenaba un sentimiento de preocupación por no tener noticias de él; absolutamente nadie de allí sabía del paradero del abogado y al inicio creyó que solo lo decían por protegerlo, con el tiempo se convenció que realmente JiSoo se había esfumado en el aire.

–Hyung, ¿nos vamos? –Llamó el castaño una vez cerró la bodega y cocina, caminando hasta la mesa en donde estaba el rubio.

Esa misma mesa que solía ocupar cada vez que los visitaba.

–Uhm, claro, Hao.

El chico se puso de pie para seguirlo y una vez fuera, se encargaron de bajar la pequeña techumbre del frente y cerrar con llave y candado la puerta principal.

–Para ser la última noche de invierno, ha sido más cálida que las anteriores. –Señalo el castaño, al ver como el mayor se reincorporaba con él para caminar hasta el estacionamiento.

–La primavera llegó oficialmente, HaoHao. –Dijo con algo de nostalgia, mirando el cielo nocturno.

–Hyung... –Llamó recibiendo un sonido vago como respuesta, invitándolo a seguir hablando. –¿Piensa aceptar la oferta del señor Choi?

–No lo sé, tal vez lo haga, es una buena oportunidad para mi. –Respondió sin mucho entusiasmo.

Una semana atrás, aquel hombre los había visitado luego de mucho tiempo, contando sobre una cadena de restaurantes que pensaba abrir en algunos puntos de Corea y Japón, invitando a JeongHan a trabajar con él en una de las sucursales de Incheon.

Y para esté representaba una buena oportunidad para aprender un poco más sobre ser barista y destacar su talento con la preparación de bebidas calientes.

–Aceptelo. –Musitó el menor. –Le hará bien cambiar de aires, Ulsan es bueno, pero conocer más allá no esta mal. –Le ofreció una sonrisa que el pelinegro no supo descifrar si se trataba de trsiteza o felicidad. –Quien sabe... –Continuó hablando devolviendo la mirada al frente, con ese temple tan sereno que caracterizaba al morocho. –Podría incluso ir a Japón después, y conocer muchas cosas.

–¿Crees que llegaría así de lejos? –Inquirió intrigado y divertido, como si escuchará a un pequeño niño y su enorme imaginación.

–Es capaz de llegar a la cima si se lo propone, hyung. –Señaló, dándole otro empujón a la idea de que no era tan mala decisión aceptar el empleo.

–Gracias, HaoHao. 

–¿Por qué?

–Por ser mi dongsaeng favorito. –Dijo, tomándolo por los hombros para estrecharlo una vez estuvieron frente a sus vehículos.

–Siempre será un placer aconsejarlo y ser su amigo, Han hyung. –Murmuró un poco menos abrumado, al notar que los ánimos del mayor parecían haber mejorado un poco.

–Gracias. –Dijo de la manera más sincera que su corazón pudo expresar en palabras. –Muchas gracias, MingHao.

Aquella última noche de invierno, JeongHan dio una respuesta al señor Choi, vió por última vez las calles de Ulsan y durmió en aquella ciudad que le había acogido los últimos veinte años de su vida.

Estaba listo para empezar una historia nueva.

Y para olvidar a JiSoo, o al menos lo intentaría.

Coffee | SeventeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora