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Una taza de café, te da tanto energía como calma, te hace sentir tranquilidad y nostalgia.

–¡Papá, vamos se hará tarde!

Una taza de café, puede llevarte a recordar miles de cosas y charlar de un montón más; te hace disfrutar de un momento solo y a su vez de la buena compañía.

–Tenemos tiempo, el vuelo es unas horas, cielo.

Una taza de café, puede ser testigo de momentos buenos y malos, cómplices y privados, de la amistad que se fortalece en unos, y el amor creciendo en otros.

–¿Cómo se llama a dónde iremos?

Una taza de café, puede unir a dos personas, hacer que una conexión invisible nazca entre ambos para hacerlos coincidir durante mucho tiempo.

 –Ulsan, en Corea del Sur.

Incluso a través de la distancia.

Habían aterrizado en aquel país una hora y media atrás, sin embargo tuvieron que hacer un par de paradas para registrarse en el hotel que el ahora castaño había reservado para su estadía, comprar algo de comida y visitar a los abuelos.

Pero por fin, viajaban en tren camino al destino que tanto había prometido el hombre a su pequeña, y que al fin conocería.

 –Llegamos, Nari.  –Dijo una vez estuvieron en la parada que debían bajar.

Caminaron un par de calles, pues el tren les dejaba un poco retirados, pero no era gran cosa; mientras avanzaban, ambos veían los locales y casas, la pequeña con entusiasmo y asombro, pues se veían muy diferentes a las estructuras que veía todos los días en casa.

Mientras que el castaño lo hacia con nostalgia, pues habían pasado ya unos ocho o diez años desde que dejó aquella ciudad, en realidad había perdido la cuenta tiempo atrás.

 –¿Es aquí?  –Preguntó la pequeña al ver un local con una taza de café en la parte de arriba, era enorme.

Un par de mesas y sillas decorando fuera y un rótulo grande en el ventanal que recitaba "Escencia de cacao".

Si, aquel nombre aún prevalecía, haciendo sonreír al hombre por lo nostálgico y ambiguo que sonaba aquel nombre.

Entraron al ver que al interior había mucho movimiento, y se sorprendió cuando vio todo tal cual como lo recordaba, aquellos viejos muros color beige un poco más agrietados por el paso del tiempo; la fachada de la zona de preparación tenía esa misma barra de caoba en la que siempre solía quedarse a conversar y lo único nuevo en aquel espacio eran las máquinas cafeteras, cajas registradoras y algunos empleados.

–¡Buenas tardes, bienvenidos! ¿Qué desean tomar? –Preguntó una chica tras la caja, con una sonrisa encantadora y animada.

–Buen día, queremos un latte y un chocolate caliente, por favor. –Dijo el hombre con serenidad, sintiendo sus recuerdos volver de golpe a él.

–¿Desea algo para comer?

–Un par de rebanadas de pastel de fresas, por favor.

–En seguida, señor. Tomé asiento y le entregaremos su pedido.

Asintió, tomando a la pequeña en brazos para cargarla y así conducirse a una de las mesas del lugar que afortunadamente se encontraba vacía.

–El lugar es muy bonito, papá. –Dijo la pequeña, acomodando la falda de su vestido al sentarse, cómo si fuese una pequeña dama.

–Lo es, solía pasar aquí mucho tiempo. –Sonrió mirando al rededor nuevamente, buscando alguna cara conocida.

–Un latte, chocolate y pastel de fresas para la pareja más linda del lugar. –Habló una chica que entregaba el pedido frente a ellos, haciendo reír a la pequeña.

Coffee | SeventeenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora