Capítulo 47

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Ónix Cromwell

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Mismo día en que Evan compromete a Milena

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Cada acción atrae una reacción, y yo ya debería saberlo con exactitud, pero heme aquí. Cómo lo esperaba, la Base me destituyó por una semana —aunque conservo la esperanza de que marcarán antes de la semana— todo por mostrar agresividad, un descontrol y destapar la verdad más grande enfrente de Margaret. «¿Si no lo hacía yo entonces quien lo iba hacer?» Faith y Augusto se vieron en la tremenda necesidad de suspenderme, para no tener que sacarme a patadas, ahora solo esperan que los días de suspensión me sirvan para calmarme.

Para ordenar mi caos.

Pero es imposible —al menos durante esto que sigue como una corriente— la ansiedad me corroe cuando estoy solo, y no es que no me guste mi apartamento, porque en realidad mantendría mil veces este sitio personal, un apartamento que para mí tiene el valor de un búnker tapizado de recuerdos personales, fotografías pegadas a la pared y pósteres recordándome que no todo es guerra y vicio. Pero en realidad lo que me come en el pecho es la falta de Milena y todo lo que ella implicaba, el maravilloso desastre que resultaba tenerla siempre pegada. Ahora solo es como si en cualquier momento pudiera desaparecer.

Clavo el culo en el piso con la espalda recargada contra la pared decidido a desahogar un poco el mar que llevo dentro, necesito oír mi propia voz en otra persona, en el otro ser que es como la mitad de mi existencia. Así que tecleo su número en el móvil y espero... Él contesta al cabo, no obstante, las palabras que iba a decir se atascan en mi garganta.

Parpadeo perdido en la loseta del suelo.

—Bueno —inicia Ham ocupando ese tono alegre y coqueto que tanto lo caracteriza—. ¿Eres tú Ónix?

Sigo sin decir nada: como si de pronto el sentido de la razón huyera.

—Tierra llamando a mi gemelo, Cromwell uno —parlotea—. ¿Está ahí ese guapísimo soldado, serio y sexy?

Basta para sacarme de mi hipnosis. Humedezco los labios.

—Ham —menciono tomando control de mi mismo—. ¿Cómo estás?

—Yo vivo, atractivo más que nunca desde luego, pero tú suenas como si hubieras sido atropellado por la velocidad de un tren —dice y yo me remuevo en el piso—. Suéltalo Ónix, que me torturas cuando no dices nada.

Sonrío débilmente, de alguna manera siempre estaré conectado tan profundamente con Hamlet que a veces dudo del tipo de conexión que nosotros poseemos, es imposible sentir entre hermanos lo que el otro siente, sin embargo con él es distinto, podemos percibir los sentimientos y las emociones más fuertes del otro. Una sensación ajena que en lo profundo sabemos que no nos corresponde.

—¿Vas o no vas a decirle nada a tu hermano? —cuestiona imitando la exasperación.

—La FSMI me suspendió unos días —empiezo—. Tal vez una semana completa, o el resto de mi vida. Todavía no lo sé.

—Joder ¿Que hiciste hermano mayor?

Reposo la cabeza en la pared, respirando una bocanada de aire antes de adelantarme.

BALAS DE CRISTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora