Hoy la gente va más torpe de lo normal, saben que las lámparas alrededor de las avenidas de la ciudad no iluminan como deberían y aun así no se fijan un poco más al pasarse sobre las calles donde saben que corren coches. Recién he estado a punto de recibir un buen choque, de esos que despedazan tu parte delantera y que te tienes que quedar esperando al seguro, la grúa y conocidos, de esos que si bien te va sigues con vida. A veces, me pregunto si hay días donde todos se alinean y llegan a un acuerdo que desconocen, pero no ignoran y entonces todo el día hacen cosas que los lleva a estar propensos a un accidente. ¡Cómo se le ocurre! Va paseando al chucho por el adoquín, dios mío, tendrás que bajar de los cielos y hacer que a la humanidad le funcione un poco más aquello que algunos creen que nos hace los más inteligentes. Es que qué le pasa por su cabeza a este hombre, que lleva paseando su perro y ha dicho, perfecto vámonos por donde pisan los carros para que me atropelle uno, mira que si quieres eso con mucho gusto me regreso, pero pobre chucho, el de que tiene la culpa de que la humanidad sea así. No, y ahora este señor, mira amigo mío, vas hablando por teléfono, no te cruces querido, o primero ten la decencia y congruencia de fijarte si viene un coche, ves que las únicas luces que alumbran son las de la camioneta y ahí vas como si tuvieras siete vidas, aparte de hombre y hablando por teléfono. Ya voy más tranquila, me quedan unos minutos para llegar a casa, voy tomando la calle y voy a, no me jodas, lo he atropellado, ¡lo he atropellado! ¡Lo he atropellado! Respira uno, dos, he pasado por su cuerpo, lo he jodido, lo atropellé, está muerto, la camioneta aún anda, doy media vuelta y me quiero tapar los ojos, es que no puedo, he matado a alguien. Voy marcando el número de emergencia mientras voy dando en reversa con el coche, no contestan. No hay nadie, no hay atropellado, no hay muerto, no me toman la jodida llamada, noto unas luces a velocidad, lo que me faltaba un maldito choque ahora sí, cierro los ojos por el impacto. Jamás llego, siguió de largo, ahora lo entiendo todo, cuando todavía siguen siendo las 9:17 p.m. y apenas veo venir el primer coche de la noche hacia mí.
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Las cuatro casas que habitaron
RandomCuentos que surgen cuando menos he querido, pero más lo he necesitado. No exijas mucho, pues tampoco soy exuberante, por lo tanto, doy poco.