El lugar permanecía en silencio. La densa oscuridad opacaba todo sin dejar ver más allá de unos cuantos pasos.
La pesada respiración de Bell era lo único que calmaba el silencio en aquel pasillo.
Su cuerpo se encontraba recostado en una pared aún con la espada perforando su abdomen. El dolor lo hacía retorcerse constantemente aunque ya no era tan intenso como en un principio.
Su vista se encontraba fija en el techo mientras su respiración seguia opacando aquél silencio.
Bell trataba insistentemente de hacer a un lado el dolor pero le resultaba imposible.
La herida había parado de sangrar ya hacía un tiempo, pero sabía que si hacia un moviento brusco la sangre brotaría de nuevo.
No pudo evitar mirar el estado en el que había terminado su ropa, su anterior camisa blanca se había teñido de rojo por toda la sangre. Solo pudo suspirar en resignación mientras pensaba en irse de aquel lugar.
-Tengo que irme de aquí -murmuró Bell con voz ronca.
Él sabía que no podía quedarse en aquel lugar por más tiempo, tenía que ir a reunirse con su familia y ayudarlos.
Con gran fuerza apoyó sus manos en el suelo y trató de ponerse en pie, pero tan pronto cómo lo intentó cayó nuevamente al suelo mientras gemía de dolor.
Apretó con fuerza los dientes al sentir de nuevo el dolor punzante en su herida. Tenía que buscar alguna forma de sacarse aquella espada del abdomen.
Volteó a mirar su herida y con cuidado se retiró el saco de vestir que llevaba puesto, solo quedando en su camisa anteriormente blanca.
Cómo pudo se acomodó un poco en la pared en la cuál se encontraba recostado y luego de un largo suspiro sujetó con ambas manos el mango de la espada.
No se detuvo a pensar y con gran fuerza empezó a retirar la espada de su abdomen.
Tan pronto como lo hizo un gran dolor lo invadió haciéndole apretar los dientes con fuerza, su respiración se volvió agitada y la sangre comenzó a brotar nuevamente mientras él ahogaba gritos de dolor.
La espada salía lentamente de su abdomen de igual forma que le desgarraba la piel.
Todo su cuerpo dolía y gritaba de dolor, sus brazos cayeron pesadamente a sus costados una vez se había rendido y acompañado de su respiración descontrolada volvió al mismo estado de antes.
Bell miró su abdomen y dejó escapar un quejido incrédulo al darse cuenta que apenas había conseguido mover un poco la espada a pesar de todo su esfuerzo.
Él se encontraba realmente cansado, gotas de sudor bajaban por su rostro y le era difícil respirar. Pronto comenzó a toser nuevamente haciendo que su herida ardiera otra vez.
Bell llevo su mano a su rostro y de un movimiento simple retiró su máscara al sentir que no podía respirar, él sabía que no había nadie cerca así que no le importó quitársela.
Cerró sus ojos tratando de recuperar el aire, él sabía que si retiraba la espada la sangre no pararía de salir de su herida, lo que le resultaba peor pues no traía consigo ninguna poción o tan siquiera alguna venda que pudiera usar.
Tenía que encontrar una manera de quitar aquella espada y evitar desangrarse en el proceso.
Bell se encontraba inmerso en sus pensamientos hasta que una voz lo hizo reaccionar.
-¡Vaya! -pronunció una voz al costado de Bell-. Eso no se ve bien, Belly.
Aquella voz era la de una mujer, ella miraba con aparente tranquilidad al chico aunque en su rostro había una pequeña sonrisa.
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Luz cegadora
Fanfiction¿Alguna vez has pensado en lo injusta que es la vida? en un principio nunca pensé en eso, solo vivía con la preocupación de saber cuál cuento me leería mi abuelo al día siguiente o en lo que haría al despertar. Eran buenos tiempos. A veces me gustar...