Capítulo 1.

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Dejo caer mi brazo sobre la almohada pequeña, el cansancio extremo me ha debilitado y sólo siento que necesito cerrar los ojos.

Estoy a punto de quedarme dormida, pero de repente unos brazos me toman y hacen el intento por ayudar a levantarme.

-Miguel, ¿qué haces aquí?

Rápidamente me quito las sábanas que me cubrían casi la mitad del pecho y me decido a salir de la cama.

-Vine a buscarte.

-Pero... Tú...

-¡Shh! No digas nada, esta es nuestra oportunidad para estar juntos. Ahora por fin puedo estar en tus brazos.

-No, yo estoy soñando... Tú no eres real.

-No digas eso, cariño.

-Es la verdad. Tú te vas a ir.

-No.

-Te vas a ir... como siempre que abro los ojos.

-Claire, yo sé que me extrañas. Pero mírame, -colocó delicadamente sus manos sobre las mías- quiero que sepas que aunque no siempre puedas verme, yo siempre voy a estar a tu lado. Siempre, cariño, siempre.

Su rostro empezó a desaparecer, sus manos que, cálidas y tiernas, estaban firmemente sobre las mías, empezaron a desmoronarse. Hasta que pronto no hubo más que un espacio vacío, tétrico y triste...

***

-No, Gabriela. No quiero.

-Por favor, tienes que hacer un esfuerzo.

-De verdad, no quiero nada. Ni siquiera tengo apetito.

-Es que eso es justamente lo que me preocupa, que nunca tienes. Ya, Claire, yo no puedo verte así todo el tiempo. Eres mi hermana, y no sé cómo ayudarte.

-Es que no tienes que hacerlo.

-Esto no es justo, ¿sabes?

-¿Justo? ¿Sabes lo que no es justo?

-Claire, ese accidente pasó hace dos años, tienes que superarlo, tienes que aprender a vivir.

-Ya, Gabriela, por favor, ¿por qué no puedes sencillamente respetarme? Es mi vida, son mis sentimientos.

-Ya lo sé, tonta -puso sus manos sobre mi rostro-

Su tono suave y el más hondo acento de ternura con que me expresaba cada cosa, llegaba a lo más profundo de mi corazón.

-Yo sólo quiero que no te cierres, Claire, tienes toda una vida por delante. Eres joven, hermosa, y te mereces ser feliz.

-Ya. Mejor hablemos de ti. -Limpié una lágrima que se había desplazado por mi pálida mejilla.

-Está bien, pero por lo menos cómete una fruta mientras platicamos.

Después del primer amor. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora