Abel me escuchaba en silencio, su mirada fija en mí. Hasta que, pasados algunos segundos, se atrevió a romper el silencio.
-Entiendo que pienses que tus besos lo distrajeron, pero fue un accidente, tú no podías saber lo que iba a pasar.
-Lo sé, -respondí con la voz quebrada- pero si yo no lo hubiera distraído, quizá él hubiera visto ese auto.
Abel suspiró.
-Es posible, -concedió, tomando una de mis manos entre las suyas- pero incluso si hubiera visto el auto, no podemos saber si hubieran podido evitar el choque.
-Pero por qué, Abel, -dije aferrándome a su pecho, sintiendo el dolor retomar fuerza- por qué si yo tuve la oportunidad de salir, a él nadie pudo rescatarlo...
Sus ojos se llenaron de tristeza y sus palabras salieron en un susurro cargado de compasión.
-Son cosas que pasan, bonita, tú tuviste mucha suerte de no morir, pero estuviste hospitalizada por mucho tiempo y a raíz de ese accidente ahora tienes una afección cardíaca. La vida tampoco fue justa para ti.
-No sabes lo que hubiera dado por...
Abel me interrumpió, sus manos acariciando delicadamente mi cabello.
-Ya no te aflijas -dijo suavemente, su voz como un bálsamo para mi dolor- todos tenemos una misión en la vida, estoy seguro que la suya fue amarte y eso ya lo cumplió.
Una extraña sensación que aún no puedo describir se posó sobre mi estómago. Me quedé meditando en esas palabras porque, por primera vez, hallé sentido en el consuelo de alguien, y creí en la posibilidad de cerrar ese capítulo en mi vida que tanto daño me había hecho.
Rato después, el llanto cesó y ahora sólo estaba disfrutando de lo bien que se sentía mi cuerpo junto al suyo unido en un abrazo. Sin darme cuenta, mis ojos se cerraron y mi mente vagó lenta y lejana, hasta que, envuelta en la calidez de su cercanía, caí en un profundo sueño.
Al día siguiente, me desperté por los cálidos rayos del sol que se atravesaban ligeramente a través de la ventana. Sentí que un gran peso se había ido de mí luego de haberme sincerado, así que me sentí extremadamente agradecida.
Todavía no podía procesar todo lo que me había pasado, pero sabía que con el tiempo ese gran dolor y esa gran herida, se volverían únicamente un triste recuerdo.
Gracias a Abel hoy puedo entender que lo que pasó no fue culpa mía, que hay cosas que pasan que no tienen explicación, y que el hecho de que yo haya sobrevivido a ese terrible accidente, aunque desafortunadamente Miguel no haya podido hacerlo, no significa que yo no sea digna del milagro de vivir.
El ruido de unos pasos acercándose suavemente me sacaron de mis pensamientos.
La puerta se abrió y ahí estaba él, su silueta recortada por la luz de la mañana. Vestía una simple camiseta de muselina blanca que se ajustaba perfectamente a su torso, revelando la definición de sus músculos, cada línea esculpida con precisión. Sus hombros anchos y su pecho firme.
Su cabello oscuro caía en desordenados rizos sobre su frente, y algunas gotas se esparcían de él, dándole un aire casualmente encantador, como si acabara de darse una ducha. Sus ojos, profundos y enigmáticos, se posaron en mí haciéndome sentir un suave cosquilleo.
-Buenos días. -Dijo con cariño.
-Buenos días, -Respondí tímidamente, ocultando mi mirada de la suya.
-Perdona si te he despertado.
-No, descuida, ya estaba despierta.
-¿Has dormido bien? -Preguntó acercándose a la cama para depositar la bandeja de desayuno que traía en las manos.
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Después del primer amor.
RomanceClaire Allison tenía la vida perfecta junto a Miguel, su primer amor y prometido desde los 15 años. Sin embargo, un trágico accidente arrebata a Miguel y deja a Claire con una afección cardíaca que amenaza su vida. Desde entonces, Claire vive sumerg...