Capítulo Seis

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Tiré la almohada que acertó en la cabeza de Lorena.

—¡Hey!

—Viniste a hablar conmigo o ver tus series.

—Las dos cosas —rodé los ojos—. Es que... no puedo vivir con la intriga de saber qué pasa, ayer se estrenaron varios capítulos y no pude verlos por hacer la tarea para poder salir hoy con ustedes.

—Te recuerdo que fuiste tú quién sugirió salir.

Soltó una risa nerviosa.

—Dame... —observó su móvil—. Cinco minutos, ya casi termina.

—Sólo cinco.

—Si, lo prometo.

Giré en la silla, no sabía que ropa usar, debatí entre unos jeans oscuros o vaqueros anchos.

Bianca empezó a llorar y por instinto salí al balcón, apoyé mi espalda en la baranda y miré en dirección a mi cama, exactamente gritará en 1,2 y...

—¡Ahh!, ¡se besaron, dios escuchó mis plegarias! —dijo gritando y saltando por toda la habitación.

Me limité a reír por su reacción.

Vive en un carrusel de emociones gracias a esas series que ve.

—¿Quién es la bulliciosa?

—¡Jodete! —solté del susto, Liam sonrió satisfecho—. Eres cruel, te gusta asustarme.

—Claro que no.

—Que si.

—Claro, mi pasatiempo favorito es asustar a mi vecina de balcón —dijo en tono burlesco.

—Cada quién con sus gustos raros.

—¿Ya estás lista?

—Aún no, Lorena me debe ayudar.

—Así que ella es la ruidosa.

—¿Te molesta?

Se quedó pensativo pero luego negó.

—¿Con quién hablas? —preguntó ella desde la habitación, volteé averla.

—Pues con...

Miré en su dirección pero ya no estaba, desapareció cómo un fantasma.

—¿Con?

—Nadie, yo y mis pensamientos.

—Ya terminé mi hora de drama, volvamos con lo importante, tú ropa.

Tardamos más de lo normal pero las risas no faltaron.

Justo a la hora acordada tocamos su puerta, Michael vestía con prendas anchas y por un momento creí ver que Lorena se sonrojó.

Liam no demoró mucho, traía unos lentes de sol que combinan con su atuendo, bajamos hasta el estacionamiento y entramos a un auto  de color vino, Lorena se fue al asiento del copiloto.

—¿De quién es el auto?

—Del padre de Liam —Michael contestó a mi pregunta.

—Sí fuera el conductor te aseguro que terminaríamos con quince multas o muertos —bromeó el pelinegro.

—Tampoco estoy calificado para manejar —añadió Michael—. No tengo licencia y soy menor de edad.

Lorena lo miró con susto y terror.

—¿No tienes licencia?

—Sí, eso dije.

—Iremos en taxi, no pienso terminar en prisión por la culpa de un inepto.

Accidentalmente EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora