Oración

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Will Graham no se consideraba un hombre religioso, es más siquiera creía en la existencia de un Dios en específico para empezar. Pero esa mañana de jueves, estando justo en frente de aquella institución mental en donde alguna vez también estuvo preso. Él se encontraba rezando.

Y aunque no conocía alguna oración en particular, por su cabeza solo se podía escuchar los ecos de su voz recitando un ave maría, o simplemente pidiéndole a Dios, que por favor le diera fuerza y sabiduría para hacer lo que iba hacer, para decir lo que iba a decir, para mentir una vez más.

El pasillo que conducía hacía la celda de Hannibal Lecter, le pareció el tramo más largo que había caminado en toda su existencia. Ya no sabía si era por su encefalitis o si en verdad estaba sucediendo para al cruzar la puerta para llegar a esa celda vio a Hannibal en una iglesia portando un traje blanco a cuadros, como esperándolo a él.

Comenzó a sonar lo que en el poco italiano que sabía era una marcha nupcial y el seguí caminando, caminando en dirección al hombre, que lo dejo sin nada, pero a su vez, le dio todo.

Su respiración se cortó, por un instante y cuando menos se dio cuenta él estaba de regreso en su realidad, con Hannibal Lecter en una celda, y él siendo tan mortal como siempre.

- Esta es la primera vez que en tres años diré esta frase con sinceridad, que gusto verte Will.

- Hola, Dr. Lecter...

- De saber que vendrías a verme, después de haber recibido mis cartas, hubiera contratado los servicios de la señorita Lounds, mucho antes.

- Solo vengo, porque me alertó mucho su última carta y porque no quería problemas con Molly.

- ¿Molly? Ya entiendo con que ese es el nombre de la Sra. Graham.

Will se golpeó así mismo internamente por decir el nombre de su mujer ante el hombre más peligroso que había conocido, debió morderse la lengua, pero por alguna razón cuando se trataba de Hannibal, su conversación siempre fluía demasiado natural.

- Solo quiero que nos dejes tranquilos, deja de enviarme cartas, apártate de mi familia.

- Yo no estoy molestando a tu intento de familia Will, sabes que al único que quiero es a ti. También sé que una parte de ti, piensa igual con respecto a mí, así que solo te estoy recordando a quién realmente perteneces.

- Yo no soy de nadie Dr. Lecter...

- ¿No? Entonces podrías decirme, porque no quemaste las cartas, en lugar de leerlas. No traería eso para ti más paz mental, el hecho de vivir con la incógnita de que contenían esos escritos.

- Con usted nunca se sabe...

Hannibal se acercó más al vidrio de su celda observando a Will, su pequeña magosta había madurado, era todo un hombre y padre de familia o al menos a eso está jugando. Se veía tan salvaje y encantador como siempre, sabía que si en ese instante le dispararan y moriría al menos se iría de este mundo con la imagen de su amado en sus pupilas.

- Acéptalo Will, tan solo admite que querías verme...

- Si quería verte...- murmuro Will, en un sonido poco audible.

- Entonces ¿Qué estamos esperando?

- No sé a qué te refieres...

- Tan solo necesito que me ayudes a escapar de aquí y así jamás tendrás que extrañarme una vez más.

Will, se contrajo ante esas palabras, no, no podía, por más que quisiera, no debía hace tres años había sacado a Hannibal Lecter de su vida y con unas simples palabras, tenía la sensación de querer lanzar todo a la borda por él.

Su matrimonio, su hijastro, su trabajo, la "paz" por la que tanto había luchado se le escaparían de las manos otra vez, solo por seguir a este hombre.

- No, no puedo, no debo, tengo una familia ahora.

- Tú y yo sabemos que eso a lo que llamas "familia" no es más que un intento burdo de buscar la "normalidad". Pero tú y yo nunca hemos sido normales ¿o si Will?

Ahí estaba esa mirada otra vez, conectándose con la suya, asustadiza, escurridiza, pero sobre todo asesina. Aunque le doliera en el alma, aunque sabía que se estaba mintiendo así mismo, simplemente compartir espacio en una habitación con Hannibal, lo hacía sentir completo.

- Si te ayudo, no ire contigo...

- O si lo harás, lo que escribí no fue en vano Will, vendrás conmigo esta vez.

Los minutos corrieron, su mente corrió, su corazón latió y en su mente oró una vez más.

"Dios, déjame irme al infierno con él, déjame destruirme a mí mismo con él, si esa es tu voluntad que así sea, pero déjame quemarme en el laburno con él". 

Cartas a Will GrahamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora