Epílogo

713 106 27
                                    

Colocó por una última vez la espada de Anne en su lugar con un alivio increíble invadiéndola; ya no debía volver a necesitar esos artilugios peligrosos y antiguos. El legado Van Helsing terminó gracias a la muerte de Drácula que, por tantas décadas aguardaba para atormentar entre la oscuridad y sombras. Solo se cumplía unos cinco meses desde ese suceso y la normalidad se iba construyendo a paso lento, Luthor Corp se encargó de distribuir masivamente la cura para los genes vampíricos, sus respectivos científicos recibieron su reconocimiento y millonaria paga. Kara, sin embargo, sabía que muchos vampiros seguían viviendo en alguna parte del mundo y que algunos "infectados" tomaron su decisión de seguir como seres híbridos, pero ya no le importaba, su ardua cacería acabó, crearía la vida que siempre quiso, una vida normal. Cerró sus ojos limpiando una pequeña lágrima de su mejilla, pronto se sintió reconfortado por unos brazos suaves que la envolvían, era Lena, su hermosa novia. Se giró suavemente para mirarla a los ojos, esos ojos verdes tan bellos que penetraban su alma sin dificultad, se sonrieron entrelazando sus manos para abandonar esa guarida, tantos años vivió encerrada entrenando sin fin, llegaban a su final.

—¿Cómo te sientes? —preguntó la historiadora con una sonrisa impecable.

—Me siento libre —suspiró llenando sus pulmones disfrutando de la frescura del bosque—, ya no soy más una Van Helsing, ahora solo soy Kara Zorel —Lena asintió sin dejar de sonreírle.

—¿Qué pasará con los vampiros restantes en el mundo? —le preguntó con curiosidad subiendo a la nueva Ducati que Kara adquirió.

—Ya no son responsabilidad mía, Lee —le entregó su casco dándole un pequeño golpe en su nariz—. Eso sí, volvería si fuera un caso muy extremo, menos no.

—Tienes todo el derecho del mundo, cariño —abrazó su cintura para que su ojiazul empezara a avanzar.

Lena recostó su cuerpo abrazándose a su dulce Kara, porque sí, estaba lejos de ser esa cazadora fría que asesinaba vampiros sin titubeos; era una mujer cariñosa, dulce, atenta y bastante risueña, la amaba, no existía otra palabra para describir lo que sentía con algo tan sencillo como tomar su mano, o darle un beso. Por fin podía experimentar tranquilidad mental, ser humana como todos los demás, no extrañaba ni por un segundo sus habilidades, retomaría más adelante la historia, quería descansar e intentar recuperar el tiempo perdido —aunque este no volviera más—. Vendió Luthor Corp, no le interesaba tener nada de algo que nunca fue parte; prefirió ampliar el negocio de Kara por todo el país, ahora todos conocían su floristería y amaba como se apasionaba cuando se trataba de su negocio. Ahora ambas planeaban irse de vacaciones por el mundo, tomarse fotos y vivir su amor sin límites, solo esperaba que los problemas no las siguieran como equipaje, porque nunca se sabe que puede pasar. Dejó de aferrarse a su cintura sintiendo como se detenía, habían llegado a la casa nueva que compraron para vivir juntas hace unas dos semanas, era bastante amplia para formar una familia.

Comenzaron a sonreír cuando encontraron a Sam, Alex y la pequeña Ruby esperándolas, se veían tan bien juntas; por fin decidieron iniciar una relación, no podían estar separadas desde su misión, o mucho más antes, Lena les sonrió caminando de la mano con Kara, su amistad creció a pasos a gigantados entre todos los mercenarios, una vez al mes se reunían en un bar para ponerse al día sobre sus nuevas vidas.

—¿Qué hacen aquí, chicas? —las abrazó Lena deteniéndose en Ruby para darle un tierno beso.

—Veníamos a darles una noticia —Alex terminó de saludar a su mejor amiga ojiazul y sonrió viéndola saludar a las Arias.

—¿Ah, sí? —Kara arqueó una ceja sintiendo intriga—, entremos para que nos cuenten qué es eso.

La casa Zorel - Luthor combinaba el estilo propio de ambas chicas; toques clásicos y modernos, creaba un ambiente exquisito. Alex les anunció que serían mamás por segunda vez, iban a adoptar a una pequeña que conocieron un día gracias a su trabajo en el FBI, se enamoraron a penas la vieron y no dudaron en comenzar los trámites, se llamaba Esme. Kara se alegraba mucho por las chicas, pero no pasó desapercibida el brillo soñador que tenía su novia en los ojos; sonrió dejando escapar un suspiro, no sabía exactamente cuánto tiempo pasaría para que su relación subiera un escalón más hacia la seriedad, un hijo cambiaría todo y lo intentarían.

—No puedo creer que las chicas se vayan a casar tan pronto —comentó una somnolienta Lena recostada en el pecho de Kara, estaban solas otra vez—, no es que me moleste, solo me sorprende.

—Lo sé, es algo rápido —empezó a acariciar sus brazos con suavidad—, pero creo que Alex ya sentía cosas por Sam mucho más antes.

—Eso se nota —comenzaron a reírse mirando la chimenea encendida creando un calor agradable—. Estoy ansiosa por empezar nuestro viaje, tengo tantos lugares que mostrarte.

—Seré la envidia de todos cuando vean que Lena Luthor es mi guía personal —bromeó haciendo que la historiadora sonriera aun más sobre su pecho—. Lee, quiero que sepas algo —se separó un poco para que se miraran a los ojos—, nosotras tendremos nuestra propia familia, tal vez no ahora, sino más adelante.

—Lo sé, cariño —sus ojos brillaban mucho con todo el amor que tenía para dar—, me hace mucha ilusión tener una pequeña versión tuya, o mía corriendo todos los rincones de la casa.

—Mhm —arrugó su nariz imaginando cuántas canas le saldrán si salía como ella—, espero que salga a ti calmada o calmado, yo salí muy hileractiva —Lena comenzó a reírse con ternura—. Solo me gustaría que Ray o Barry hagan un análisis de nuestro ADN, no sabemos si puede hacer alguna secuela, ya sabes —hizo una mueca para darse a entender.

—Cuando creamos que sea el tiempo correcto lo haremos, lo prometo —Kara asintió la abrazó cerrando sus ojos—, pero, ¿si nuestro ADN junto hace que el bebé sea especial, no lo querrías? —tenía cierto miedo de que la ex cazadora pudiera rechazarla o rechazarlo.

—No, yo lo amaría con todas mis fuerzas, porque es nuestro, nuestra sangre —le respondió con tanta determinación que aquél miedo se disipó—. Te amo, Lee.

—Y yo a ti, mi amor —cerró sus ojos empezando a sentir como el sueño se hacía presente—, siempre.

—Siempre —repitió la ojiazul acomodándose mejor en el sofá, miró a través del ventanal, apreciando la luna con tranquilidad nada podía detenerlas ahora, lucharían por manter su felicidad para siempre.

La VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora