Cap 4 - Hilo rojo de sangre

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¡Estúpida, estúpida! - Se gritaba así misma dando vueltas en su habitación - ¿Cómo es qué no pudiste matarlo cuando tenías la oportunidad de hacerlo? - Manipulaba sus manos de una a otro desesperada.

Yugi no solo era la futura líder luego que que su padre la halla entrenado por siglos hasta ser la mejor, era la princesita de papi, su madre nunca la conoció ya que fué adoptada luego de ser encontrada a la deriva de un río no muy lejos de ahí con su boca ensangrentada.

Me repugno a mí misma por no haberlo hecho ¡Demonios lo tenía tan cerquita de mí! - Hizo gestos con sus dedos en pequeño - Ahg... Tengo que relajarme - Se posó en la ventana de su habitación - No tengo que dudar, tengo que matarlo - Frunció el seño molesta.

Giró su cuerpo hasta poner una mano sobre su frente tapando media cara de la misma. Divisó las botellas de aquél líquido rojo en su vitrina junto a sus pastillas.

Chasqueó sus dientes y fué a prepararse un trago, lo necesitaba. Batió y giró el rojo líquido y lo hecho en una copa de cristal.

Bebió un sorbo del mismo.

No sé compara ni con su sangre - Pensó, cuando los ojos brillantes del Lobo y su cara atravesó su mente - ¿Qué estoy pensando? No debería estar... Pensando en ése perro - Dejó aún lado su copa en la ventana - Yugi, no puedes ni podrás. No sabes qué pasará... - Tocó con su uña el cristal y lo partió, el líquido se derramó - Si llegas a ser débil con tú enemigo -

Salto del últimos piso de su cuarto, escondiéndose en el bosque profundo.

En otro lugar.

Un par de Lobos entrenaban juntos en la arena de combate, su padre por su parte, veía el avance de sus hijos a modo de satisfacción.

No es posible qué te hallas vuelto tan lenta -

Soy una mujer, no una máquina - Gruñó.

En primera posición eres una Loba Yami -

Ambos hermanos apresaron sus manos con fuerza con colmillos afilados y ojos candentes.

Pero soy tú sexo opuesto inútil. SOY UNA MUJER - Clavó sus garras a la carne de su hermano.

MUJER O NO TIENES QUE ESTAR CONCENTRADA - Soltó el agarre y pateó lejos a la menor haciendo sonar el tablero - Es la primera regla para un Lobo aquí. Si no tienes conciencia para las cosas no tienes que seguir en nada - Apretó sus puños mientras los agujeros de las garras marcadas se cerraban solas.

Veía como su hermana se levantaba con dificultad escupiendo sangre.

Si no llegas a usar tú transformación nunca alcanzarás la fase ALFA - Gruñó.

Lo haré cuando... - Tosió con dificultad - Cuando yo lo decida. No porque alguien como tú me lo ordene - Gruñía en molestia.

Cómo futuro líder del Clan de Lobos. Mi deber conceder que la manada sea la más fuerte, no la más débil y como tú hermano mayor es lo correcto. Luego de mí tú serás la siguiente... -

Líder - Miró abajo - Lo sé bien... - Apretó sus dientes.

Es todo por hoy Yami. Úsala la cabeza, no lo dientes para desmembrar - Y se retiró dejando a una Yami molesta.

¡AHHHGGG! - Gritó fuerte golpeando el suelo de arena con ambas manos - Juro que seré la más fuerte y lo verás Atem - Con brillo su mirada se torno como la de su Padre, en rojo vinotinto.

Fuera del refugio.

Es una ridícula, trato de hacerla entrar en razón pero ella NO, no sé qué más debo hacer para que esa Loba entienda - Un cometa pasó desprevenido en el cielo. Sonrió por lo visto - Ahora viene lo bueno - Relajó sus extremidades, adentrándose al bosque.

Minutos más tarde.

No hay nadie aquí. Bien - Sonrió cuando vio el gran manantial de aguas calientes, era perfecto para una noche - ¿Qué podría pasar?

El Lobo se despojó de toda aquella vestimenta negra y púrpura que lo caracterizaba. Aún lado de la laguna quiso adentrar y su cuerpo bien fornido adentro en lo profundo. La luna estaba hecha para festejar, su brillo estaba a todo dar sin nubes a su alrededor. Extendió sus brazos y dejando medio cuerpo arriba.

Qué ni Yami se entere de éste lugar. Lo agarraría como ducha diaria - Relajó su cuerpo con la tibia agua.

Escuchó el chapotear de las aguas movidas. Cuando  divisó su vista no se imaginó lo qué se había encontrado.

De espaldas se encontraba un fino cuerpo blanquecino, con caderas y curvas finas, cabello liso pero húmedo hasta tocar sus suaves glúteos, sin mencionar que parte de los cabellos ocultaban sus pechos pequeños pero firmes, mechones como el oro caían hasta sus mejillas y unos ojos violetas con una mirada lejana.

¿Porqué siempre tiene estar en momentos inoportunos?

Me iré al Demonio después de ésto... -

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Continuará

Miradas Que MatanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora