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— ¿nos mandó a llamar, su majestad? — pregunto, uno de los siete caballeros, presentes.
Los caballeros estaban arrodillados con las cabezas bajas, con una mano apoyada en su pierna derecha, en forma de respeto hacia su rey. De igual forma, todos los caballeros estaban formados en línea recta.
— sí, necesito un favor caballeros — exclamó el rey Baltra.
Al oír esto, la capitana levantó la cabeza, no por qué quisiera, si no por qué ese era su deber.
— díganos, majestad. ¿Qué necesita? — hablo con mucho cuidado y respeto, mientras sonreía. La capitana Elizabeth, a simple vista, se notaba feliz, aunque por dentro era todo lo contrario.
— ustedes saben que desde el atentado que provocó la raza de los demonios, he estado sobre protegiendo a mi hijo mayor, y sucesor de mi trono. No lo dejo salir ni al patio del palacio, mucho menos al pueblo. Es por eso, qué lo he estado meditando por un largo, largo tiempo... Y es por eso que les tengo un trabajo nuevo.
— continúe, por favor — exclamó, otra vez, la albina.
— me gustaría que lo trasladaran al Reino de Camelot. Haya, el mismísimo, y ahora rey, Arturo lo recibirá. Ahí, sin duda estará a salvo.
— sí me permite mi opinión, yo diría que usted se venga con nosotros, su majestad — sugirió la peli-plateada.
— disculpe, su majestad. Yo, en lo personal, estoy de acuerdo con la capitana — exclamó otro de los pecados.
— no, no puedo dejar mi pueblo. Además, si ese fuera el caso, ¿no piensan que les hubiera pedido que escoltaran a todo el reino de Liones? Jamás los dejaré.
— tiene razón, su majestad. Disculpenos, por favor — se disculpó la peli-plateada, agachando, nuevamente, su cabeza en forma de disculpa.
— listo, pueden irse — dijo sin más el Rey, y todos abandonaron la sala.
Mientras qué el rey volvió a tomar asiento, los chicos salieron directo a su hogar: "El sombrero de jabalí", su caverna. Ahí, tuvieron una charla sobre lo sucedido, y terminaron maldiciendo cada momento.
— ¿soy el único que le da pereza la misión? — exclamó Ban con la botella de cerveza en la mano. No estaba borracho, simplemente estaba diciendo lo que todos pensaban.
— sí, ¡acabamos de llegar de su estúpida misión! — azotó su botella contra la mesa, para así, derramarla toda — y-yo, yo la pagó... — tartamudeo, al darse cuenta de lo que hizo.
— ¡maldición, Diane. ¡Ahora, tú vas a recoger todo el desastre! — exclamó con enojo Elizabeth — ¡y cálmate, ¿okay?! La mesa no tiene la culpa — del estrés, ella también, azotó su vaso de porcelana, con café, contra la mesa. Y todos los demás la vieron sin decir nada — ¡sí, azote la taza contra la mesa! Pero al menos no lo hice por algo estúpido.
— sí hubiera sabido que ser caballero significa tener que aguantarlos a todos ustedes, mejor no me hubiera unido — exclamó ahora King, abrazando su tesoro sagrado.
— ¡Elizabeth, se pasó! Hip, hip — exclamó, ya ebrio Ban— dijo que podríamos llevarnos al ruco ese, ¡bastante tenemos con su hijo!.
— no le digas así, Ban— advirtió Elizabeth. Ella lo consideraba cómo un padre, y ejemplo a seguir.
— la capitana, tiene razón. Aunque ahorita que hablamos de su hijo, ¿alguien lo ha visto? — pregunto Merlín, hacia el grupo.
— pues yo no — exclamó Diane limpiando el desorden que anteriormente había echó. King dijo exactamente lo mismo, seguido de Ban, Gogther, y por último, Hawk
— ¿qué hay de ti, Escanor — pregunto otra vez Merlín.
— señorita Merlín, me parece absurdo. Sí usted no lo ha visto, mucho menos yo — le respondió Escanor.
— ¿me ven cara de qué tengo interés, o qué Merlín? A mí no me interesa. ¿Y saben qué? Mejor me voy a dormir. Ustedes también hagan lo mismo, recuerden que mañana salimos temprano.
— ¡¿mañana?! — gritaron Ban HHawky DDiane al oír las palabras que enunció su capitana.
— sí, mañana a las 8:30 a. m — finalizó de hablar y subió a su habitación, ubicada en el piso de arriba, dejando a todos a su suerte.
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