𝐍𝐂-𝟏𝟕

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Tipo: AU escolar, comedia.
Clasificación: NC-17 (mayores de 17).
N° de palabras: 8931 (one-shot).
Publicación: O3/O9/2O22.

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A blowjob is better than no job
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Era un servicio fácil, rápido, y en una zona bastante segura en lo que a higiene respectaba. Él estaba decidido, se había aparecido en el local y como si fuese un cliente frecuente esperó a su tiempo para pasar al glory hole. Tal vez nunca se plantó con tanta determinación en un ambiente nuevo como aquel.

Entonces. ¿Por qué ahora temblaba como hojita al viento?

"¿Y bien?" pareció decir la mano que se asomaba por la perfecta circunferencia de la división del cuartito, con la palma extendida y moviendo hacia adentro los dedos un par de veces. "No tengo todo el día."

Badd empezó a palmarse el pantalón en todas direcciones, reaccionó al fin, mas dio la mala impresión de responderle "No traje nada". Sí que trajo, pero no recordaba en cuál bolsillo. Apenas lo sacó se lo dio todo sin contar, pues creía que tenía más o menos la plata a mano. Corrección, lo sabía, si estuvo planeando una semana entera su arribo al local. Como si fuese alguna clase de trampa para osos, los dedos fantasmas agarraron los billetes y los hicieron desaparecer. No volvieron a emerger, al parecer pagó lo necesario y ahora tocaba... lo demás.

Tragó saliva y lo envolvió un silencio pesado que nadie iba a cortar porque a nadie le importaba. Miró a su alrededor, lo perseguía la nula posibilidad de tener un testigo, y se encontró con las dimensiones estrechas del cuarto. Bajó hacia sí mismo, abochornado con la inyección repentina de adrenalina que le dio entrar y el morbo de tener los pantalones en llamas en esta situación. Por primera vez en su vida le delegaría el trabajo a alguien más.

Con dedos torpes y nerviosos se desajustó el cinturón del gakuran, abrió el par de botones bajos de la faja que sostenía el pantalón y corrió del lugar el elástico del bóxer. Su intimidad se asomó con timidez, aunque no tuviese nada de qué avergonzarse, y se le escapó un suspiro. Los nervios más bien eran asombro de lo alzado que lo tenía la sola idea de hacerlo. Iba a acercarse cuando escuchó un pshh-psshh que le hizo dar un respingo. No era difícil deducir que se trataba de un rociador para enjuagarse las manos. Acaso la persona atrás de la división lo hizo para dar seguridad, para apurarlo, o lo habría hecho igual en ese punto, fue un misterio.

El chico tomó aire y se lanzó por fin, guio su falo hacia el hueco de bordes acolchonados, se detuvo una vez que la pelvis rozó la división. La sugestión le hacía sentir que el aire del otro lado era distinto al del suyo, y que acababa de cometer un grave error. Que no sabía qué le esperaba, y de entre los infortunios posibles uno de los más aterradores era que su pija fuese cercenada o perderla de un tarascón. En su lugar fue acogida entre dedos ajenos para ser atendida. Se estremeció de pies a cabeza con el tacto fresco que al segundo comenzó a emparejarse con la temperatura de su piel, se aguantó algunos jadeos tempranos. Casi tenía vergüenza de respirar.

Apoyó ambas palmas en la superficie que tenía delante, luego la frente y, sin saber qué hacer exactamente, bajó la mirada. Lo único que lo conectaba al otro lado era su erección siendo masajeada con inusitado cuidado, incluso más del que tenía consigo mismo. Por acto reflejo mordió su labio inferior, suprimió su primer gemido con éxito y cerró los ojos para concentrarse mejor. La fricción logró relajarlo de a poco, pero al hacerlo le dio una correntada de placer repentina, cargada de toda la tensión que había acumulado. Se estremeció entre los finos dedos fantasmas.

Cuando el movimiento sobre su hombría se ralentizó hasta detenerse, sintió algo caliente, húmedo, acariciar la punta. Parecía tantear el terreno, desplazándose alrededor del glande para retirar una porción de piel hacia abajo, y como si fuese protocolar dejó caer una gota de saliva sobre él. Inmediatamente después se le cedió el espacio a un par de belfos bien cuidados que rodearon la cabeza y esparcieron aún más humedad. El primer contacto con la cavidad le robó una serie de jadeos que no pudo disimular, resonaron contra la superficie de madera y sólo podía rogar que nada de eso le fuese desagradable a... al otro.

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