Secuestro

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El toque de queda había pasado exactamente hace una hora, todos deberían estar en sus camas, dormidos como se los había indicado Reginald, sin embargo un pequeño niño de tan solo diez años se removía incómodo en su cama, tapándose hasta la nariz con las sábanas para protegerse de los fantasmas que merodeaban por su cuarto que, aunque no parecían querer lastimarlo, lo asustaban.

Decidió que había tenido suficiente cuando una anciana se acercó más de lo necesario tal vez para susurrarle, destapándose bruscamente para salir corriendo. Inconscientemente se acercó hasta el cuarto al que siempre iba cuando esto le pasaba, que parecía ser cada día y tocó con suavidad a pesar de que lo más seguro es que la persona adentro ya supiera de su presencia.

-Klaus, entra. - Escucho la voz amortiguada de Sheila desde el otro lado de la puerta. La abrió con lentitud para ir directamente a acostarse al lado de su hermana, quien le abrió las sábanas con una sonrisa en forma de invitación. - ¿Viniste para que siga con el cuento? Te dije que podíamos seguir en el descanso de mañana.

-No podía esperar más. - Respondió con una sonrisa llena de confianza. - Quiero saber si el hechicero se va a quedar con su enemigo o su amiga de la infancia. Si tengo que opinar, no hay nada mejor que un protagonista gay.

Los dos sabían que no venía por eso, que lo usaba como un modo de protección a sí mismo. Habían pasado por esto miles de veces, no importaba cuanto los retaron al día siguiente por estar durmiendo juntos o porque los vieron en las cámaras, Klaus siempre volvía a pedirle ayuda.

Sheila sospechaba que todas estas visitas nocturnas podían ser por los fantasmas, la primera vez que paso no pudo animarse a preguntarle qué le pasaba, no cuando Klaus se veía tan asustado casi al punto de llorar, lo único que se le había ocurrido es empezar a contarle cuentos, algunos que leyó, otros inventados, no importaba mientras lo distrajera.

En algún punto ambos empezaron a fingir que Klaus estaba tan emocionado por los cuentos que no podía esperar hasta el día siguiente.

[...]

Habian pasado horas desde el incidente de las camaras sobre el posible asesinato de Reginald cuando Sheila sintio a dos personas entrando por la puerta de abajo, no le hubiera prestado atencion si no fuera porque podia decir que todos sus hermanos estaban dispersos por la casa asi que claramente no eran ellos. Por un minuto pensó que podría ser Cinco pero ninguna de esas dos personas pesaban como el cuerpo de un niño.

-¿Vanya? - Dejó el libro sobre el escritorio para acercarse su cama donde Vanya estaba acostada durmiendo desde hace un rato, moviéndola ligeramente para despertarla.

-¿Mmh?

-Creo que hay algo mal abajo, voy a revisar.

-¿Algo mal? - Se sentó en la cama, esta vez más despierta.

-Alguien entro a casa, dos en realidad. - Sheila apretó el hombro de Vanya para que no se pusiera nerviosa, fue hacia la puerta donde se quedó quieta, mirando la manija. - No salgas por nada ¿si? están subiendo las escaleras.

Vanya asintió con nerviosismo acurrucandose en una esquina, contra las almohadas y la pared. Pasó mucho tiempo desde que había visto algo meramente parecido al peligro de cerca, más específicamente desde que había visto a sus hermanos pelear juntos por última vez en una misión.

En cuanto salió del cuarto vio a Diego un poco más adelante en el pasillo, caminando tranquilamente, no podía hacerle ninguna señal para que la mirara porque estaba de espaldas así que lo único que le quedó fue seguirlo lo más rápido pero silencioso que pudo. Desafortunadamente Diego solamente dejó de caminar por el sonido de armas cargándose, Sheila lo vio tan quieto que sabia que tenia que empezar a correr, agarrandolo de la mano para que se fueran en dirección contraria de los dos armados, haciendo una pared de hielo para que las balas no los alcanzarán mientras corrían.

Coffee & Strawberry | Cinco HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora