A veces miro atrás más de lo que me gustaría. A veces me quedo atascado en las viejas memorias y me pregunto qué puede haber cambiado en nuestro presente de haber sido más valiente en el pasado. A veces no me conformo con las mil y una ocasiones que...
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... veintinueve... treinta.
Sí, contar hasta treinta era suficiente. Estaba haciendo todo lo posible para calmarme y entender su situación. Seguramente no le gustaba que cuidaran de ella, igual se sentía totalmente segura de poder ocuparse de si misma, pero lo que había hecho era bastante grosero. Podía entender que no le gustase que sintieran pena por ella o que la tratasen con tanto cuidado, pero ni me había escuchado tan siquiera.
- Venga, Jungkook. Otro intento.
Me armé de valor una vez más y toqué aquella puerta. Lisa no había vuelto a tocar el piano y creo que por ello abrió tan rápido. Allí estaba con expresión de pocos amigos, haciendo contraste con su aspecto angelical. Parecía de aquellas jóvenes que paseaban con sombrillas por las góndolas de la ciudad, como salidas del siglo XX.
- Mi nombre es Jungkook. No me habías dejado presentarme.
No sabía por qué estaba tan enfadado. Había sido humillante nuestro primer encuentro y todo por su falta de educación. La paciencia se había vuelto a agotar al verla. Tenía mis manos cerradas en puños a cada lado de mis piernas.
- Es de mala educación cerrarle la puerta en la cara a alguien. ¿Lo sabías?
No podía dar crédito a la respuesta que tenía para mi pregunta. Lisa sonrió de medio lado y se impulsó sobre la silla de ruedas para golpearme la espinilla con una.
- Agh - sentí el pinchazo agudo atravesarme la pierna - ¡Hey!
Ni siquiera me dejó quejarme. Con sus brazos extendidos me empujó fuera de la habitación y volvió a cerrarme la puerta en la cara.
Poco a poco la ira comenzó a ebullir en mi pecho. ¡¿Pero qué le pasaba?! Era como si tuviese un muro alrededor que no quería que fuera atravesado. Pero demonios, ¿tenía que ser tan bruta?
- Demonios.
Me sobé la pierna un par de veces antes de tomar mi siguiente rumbo. Debía hablar con la señora Zhang, mi primer día no podía ser tan desastroso. Aquella mocosa iba a escucharme.
- Señora Zhang - la llamé con fuerza.
Estaba tan decidido que había atravesado los pasillos sin rendirme a medio camino. No iba a darme por vencido, apenas era el comienzo y yo necesitaba ese trabajo.
- Oh, por los cielos.
La anciana pegó un respingo llevando su mano derecha al pecho. La había asustado mientras se ocupaba de los fogones.
- ¿Qué ha sucedido?
Parecía que mi rostro lo decía todo. Mis mejillas estaban ardiendo, iba a declararle la guerra a aquella chica desde aquel momento.
- Me ha cerrado la puerta en la cara dos veces y me ha golpeado en la espinilla con la silla de ruedas. Eso ha sucedido.
La señora Zhang estalló en carcajadas apenas acusé a Lisa. Yo no le veía la gracia en lo absoluto y le hice ver mi incomodidad cruzando los brazos frente a mi pecho.
