capítulo 3

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ASHER

Cuando la vi entrar al taxi, lo primero en lo que me fije fue en sus ojos. Los tenía de un color azul claro, muy apagado, que si no le daba la luz del sol a la cara, parecían grises.

Empecé a conducir y cada momento en el que podía girar ligeramente la cabeza y mirarla, lo hacía. Ella tenía algo que me tentaba a conocerla.

Se pasó la mayor parte del trayecto callada, hubo dos veces en las que le intente sacar tema de conversación, pero vi que no tenía demasiadas ganas de hablar con nadie, así que deje de intervenir. Me pareció adorable su forma de observar el paisaje a través de la ventana, pero su mirada me transmitía algo que muchos años atrás yo también había sentido.

Su mirada daba la sensación de que se sentía sola, cosa que no era para nada buena.

Los humanos, solemos asociar a que una persona sola, es una persona triste, con muchos problemas y que nadie quiere estar con ella.
En parte puede ser así, porque la mayoría somos tan inútiles que en vez de pedir ayuda en el momento en el que la necesitamos, nos callamos y nos vamos cerrando ante el mundo, pero por otra parte no, por otra parte hay gente que disfruta del estar solo, que aprovecha a vivir aventuras y a reencontrarse a si mismo.
Estos dos términos, solemos asociarlos a la palabra estar solo, pero nos equivocamos, porque uno es estar solo y el otro es sentirse solo. En los dos casos tienes a gente que se preocupa por ti pero en el de estar solo es simplemente que pasas tiempo a parte de con esta gente que te quiere, contigo mismo, cosa que es genial. En cambio, el término de sentirse solo, es el caso de tener a gente pero no querer ni pedirles ayuda, ni estar con ellos por miedo a molestarles y simplemente te vas alejando de ellos y te vas quedando solo de una manera no demasiado agradable sino que poco a poco te destruyes a ti mismo por todos los pensamientos malos que te vienen a la mente en esos momentos, cuando no puedes compartirlos con nadie.

Me preocupaba demasiado haber notado esa mirada en la chica, sobretodo cuando me dijo que no tenía ni siquiera hotel, porque en plena temporada de agosto era muy improbable encontrar algo vacío. Por eso rápidamente le di mi teléfono, porque yo también estuve perdido y me sentía solo, y en esos momentos me hubiese gustado que alguien a quien no conocía de nada, me diera algún tipo de ayuda aunque no me sirviera de mucho, para darme cuenta de que no estaba del todo solo, que el mundo estaba repleto de gente y que era imposible no encajar con nadie.

El dia transcurrió como uno normal, al finalizar mi jornada de trabajo, deje el taxi, cogí mi moto y me dirigí a mi casa. Estaba reventado de todo ese día pero lo primero que hice al llegar a Positano, fue revisar si tenía alguna llamada o mensaje de la chica del taxi, así era como la tenía agregada, porque no sabía ni su nombre.
Nada, ni un mensaje, y eso me preocupo, ¿estaría bien?

Bueno, deje de pensar en eso quizás si había encontrado un hotel, por raro que fuese.

Aunque fueran las siete decidí cenar lo que me vino en gana e irme a la cama a estar tumbado un rato leyendo. Me puse el pijama y estuve hasta las ocho con el libro "las alas de Sophie" de Alice Kellen entre las manos.

Justo cuando me iba a dormir, aunque seguía un poco preocupado, mi teléfono empezó a sonar.

Era ella.

Mi corazón se disparó, aunque quisiera ocultarlo, esa chica me había dejado loco solo con mirarme.

Pulse el móvil para coger la llamada y solo me dijo con voz llorosa.

- Hola, puedes venir a buscarme porfavor, te mando mi ubicación...

Y colgó.

Tan rápido como pude me cambié de ropa sin siquiera mirar si combinaba o no y cogí la moto y otro casco que había comprado por si acaso algún día lo necesitaba.

Empecé a seguir las indicaciones que me daba el google maps hasta llegar donde estaba ella y allí la vi, sentada con los ojos hinchados y rojos y todas las ondas de su pelo corto color azabache enredadas.

todas esas cosas que no llegué a decirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora