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Verónica decidió llevarse a las niñas a su trabajo, cada semana que pasaban lejos de ella se le hacía eterna.

En sus descansos aprovechaba para ir a verlas y alimentarlas. Alice le recomendó una excelente niñera y aunque dudaba en dejarle sus hojas, confió porque sabía que la rubia investigaba todo.

Tocaron el tráiler de su camerino y dejó que pasaran.

— Chad, ¿Qué haces aquí?.

— Sabía que no saldrías a comer porque tenías a tus hijas y decidí traer la comida — alzó la bolsa de comida china — ¿Se puede?

— Por supuesto, toma asiento — miró a todos lados pero tenía un tiradero — has un espacio, por favor — sacó a Heather — no deben de tardar en dormir

— Tranquila, te espero

Desde el primer momento en el que Chad vio a Verónica, le llamó la atención, era una mujer muy guapa y talentosa, además de que era hija de actores de larga trayectoria.

A Chad le gustaba Verónica, de eso no había duda.

— Están enormes

— Créeme que lo sé — sonrió — el tiempo se pasa demasiado rápido, Chad. Hace poco acababan de nacer y no sabía que hacer con ellas y ahora mis bebés tienen cuatro meses, próximas a cumplir cinco

— Te veas tan feliz

— Ellas me hacen feliz

— ¿No has pensado en regresar con su papá?

— Muchas veces, pero él sale con su hermanastra y creo que he llegado a un punto de mi vida en el que me siento bien conmigo misma. Estoy feliz y agradecida por todo lo que tengo

— ¿Estarías abierta a darte una nueva oportunidad en el amor?

— Llevo soltera ocho meses y la verdad creo que si él pudo darse la oportunidad con alguien más, yo también puedo, pero todo tiene que llegar a su tiempo

— Hay veces que llega en el momento esperado

— Me dijiste que te dejaron plantado en el altar

— Jamás llegó, hice el ridículo de mi vida

— Debió ser duro

— No tanto, más que por la prensa

— Son carroñeros e insoportables

— Lo sé

— ¿Puedes pasarme mi bolsa?

— Por supuesto — se levantó y fue por la bolsa — toma

— Gracias

Verónica se sentía cómoda con Chad, le agradaba que la visitara o la llevara a comer siempre que tenían descansos. Era un buen hombre.

Siguieron hablando de temas sin importancia, ya se había vuelto una costumbre de todos los días. Las gemelas se quedaron dormidas y por fin Verónica pudo tomar un respiro.

— Cayeron rendidas, por fin podemos comer, me muero de hambre — se pasó al sofá en el que estaba Chad

— Lo bueno es que la comida sigue caliente

— Si

— Aquí tienes — le entregó su plato

Chad se quedó mirando a Verónica mientras ella servía soda en sus vasos. La pelinegra se percató de la mirada de su colega y se puso nervioso.

— ¿Tengo algo en la cara?

— No, para nada

El hombre bajó su mirada hasta los labios de Verónica, acarició su mejilla y lentamente se fue acercando a ella hasta que sus labios hicieron contacto.

Detrás de cámaras 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora