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El día comenzaba tan largo y torturador como siempre, se levantó tan rápido al ver la hora. "7:15" aparecía en el reloj de su cuarto, y solo sabía que debía correr hacia su escuela. Tomó rápidamente una ducha para despertar sus cerrados ojos y mientras caminaba tomaba un té preparado con toda la rapidez que sus manos le permitían.

Aún que a fin de cuentas, sin importa qué, llegaría tarde.

Su madre no estaba en casa, y tampoco tenía un tipo de transporte para poder ir, entonces tocaba ir en colectivo, o caminando. Lo cual la que menos le gustaba era la última; ya que llegaba tarde y no tenía el tiempo, y porque no tenía ganas.

Cuando llegó, lo recibió nadie más que su queridísimo amigo.

—¡Rodri! Enano de mierda, llegas tarde de vuelta. —Apenas sus pies pisaron el lugar, su amigo alto y pelinegro lo saludaba.

—Entonces por qué me esperas, ivi. —Decía con su tono característico el apodo que sabía que tanto le disgustaba, pero a pesar de sus palabras, se le acercó y mientras habría su mochila para guardar su celular y demás cosas, abrazo con cariño a buhajeruk.—Que tierno Iván, me estuviste esperando.

Soltó con una sonrisa arrogante y solo esperaba recibir un insulto o que su amigo lo apartara, pero en cambio no obtuvo lo esperado.

—Que enano que te ves abrazándome, se nota que yo si crecí. —río mientras palmeaba su espalda.

—Basta, no seas gil —Bufó, e inconscientemente rellenó sus mejillas y curvó sus labios.—¿Pero sabes dónde si crecí?

Rodrigo comenzó su camino junto a su amigo cuando escucho que este reía y negaba con la cabeza siguiéndole el juego, apresuraron el paso para no molestar a la vieja de la profesora de matemáticas por llegar tarde.

Al momento de llegar solo notó dos cosas nuevas; primero que la profesora aún no llegaba al salon, lo cuál agradecía a los dioses, y a la segunda que su lugar que tenía con Iván era ocupada por un chico con capucha y auriculares conectados a su celular que se encontraba en la mesa.

Miró al pelinegro, y como si pensaran lo mismo se miraron y comenzaron el camino a paso lento hacía el chico.

—¿Creés qué será nuevo? —curioso preguntó más al aire que a su amigo, ya que sabía que el contrario estaba más perdido que él. —No lo he visto antes, y sabes que reconozco la cara de todos.

—No lo sé Rodrigo. —dijo antes de llegar al lugar acordado y quedarse junto al de baja estatura en frente de la pequeña mesa y el chico que al notar más de cerca, estaba escribiendo en su libreta. —Hey, Disculpa.

Los dos miraron pacientes como el llamado levantaba la mirada y mientras con una mano se quitaba la capucha, con la otra sacaba uno de sus auriculares blancos.

𝖑𝖎𝖙𝖙𝖑𝖊 𝖈𝖆𝖙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora