Capítulo 3: Gabriela Mistral.

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En su segunda cita, Juliana y Valentina visitaron un lindo y acogedor restaurante italiano ubicado en la parte colonial de la ciudad. Allí conversaron un poco más acerca de sus vidas, pasatiempos, aficiones y demás. De invitados especiales sus nervios y el latido enardecido de sus corazones inquietos y en pleno descubrimiento de las nuevas sensaciones que los atrapaban. Era una especie de semilla que había germinado rápidamente y empezaba a echar raíces, fuertes y profundas, en sus adentros. Ninguna entendía con claridad, pero todo aquello que sentían al estar cerca se parecía mucho a lo que algunos llaman "amor".

- ¿Entonces su sueño es ser maestra en la universidad? - preguntó la ojiazul mientras esperaban por la pasta que habían ordenado al amable mesero.

- Mis padres y mis abuelos fueron catedráticos en la universidad, así que crecí rodeada del amor por la enseñanza y la ilusión de seguir sus pasos. Creo que impartir conocimiento es una linda forma de ayudar a las sociedades a evolucionar, a transformar, es una manera de cambiar el curso de la historia e impedir los errores del pasado - respondió ante su atenta mirada, Valentina no podía dejar de escanear su bello rostro.

- Es una visión bastante apasionada de lo que hace - comentó.

- Aun no lo hago - sonrió - empezaré en el siguiente ciclo. Espero estar a la altura, que los nervios no me traicionen y que mis padres se sientan orgullosos de mí.

- Seguro ya lo están, es usted una persona muy culta y con la facilidad de la palabra - se miraron y sonrieron con cierto nerviosismo.

- Usted también - su voz salió algo nerviosa - Me encanta nuestra conversación, siento que tenemos muchas cosas en común. ¿no cree?

- Sí, de hecho, más de las que pensaba - sus mejillas estaban sonrojadas y las mariposas en su estomago aleteaban sin descanso - Yo también elegí mi carrera siguiendo los pasos de mis padres, lastima que ya no estén para ver todo lo que voy logrando.

- No se ponga triste, unos ojos tan lindos como los suyos jamás deben perder su brillo. Mejor piense que sus padres, donde se encuentren la están cuidando y enviándole fuerzas para seguir adelante.

- Mi mejor amiga, Kate, siempre me dice lo mismo - respondió - Gracias - en ese instante el mesero las interrumpió con la cena y se dispusieron a degustar sus alimentos junto a un delicioso chardonnay que Juliana había pedido.

El resto de la velada fue maravilloso, la platica era amena y fluía de manera natural. Entre ellas no existían los silencios incomodos o las pausas prolongadas, tanto así que se podía creer que se conocían de otras vidas u otro plano. Su conexión, tan única y especial, parecía sacada de una historia mitológica de amores perfectos y almas condenadas a permanecer juntas.

Juliana la observaba y sonreía, sus ojos se detenían en sus labios, carnosos y rosados, y su corazón latía imaginando el divino sabor que habría en ellos. Pensaba en que la perfección de su belleza sería capaz de inspirar los versos más hermosos, las sonrisas más genuinas, los deseos más poderosos y las ganas más profundas. No se podía negar a sí misma que aquella joven la estaba envolviendo en una vorágine de sentimientos desconocidos, pero, por primera vez, no deseaba huir. Tenía la necesidad de quedarse y experimentar todo eso que apenas iba naciendo en ella, esto no se comparaba en nada con sus intentos pasados de establecer una relación con alguien. Con Valentina no retumbaban en su oído los miedos de enfrentar a su familia por su orientación sexual ni la necesidad de esconder su verdadera naturaleza.

- Nunca vi unos ojos tan hermosos como los suyos - reconoció la morena haciendo que se sonrojara - Perdón, debía decirlo. No dejo de pensar en usted, es como si se hubiera quedado a vivir en mi mente, su sonrisa, el tono de su voz, la luz de sus ojos - suspiró - Valentina - tartamudeó un poco - ¿A usted le pasa la mismo conmigo? - se miraban a los ojos formando esa burbuja en la que solían encerrarse y en la cual no existía nada ni nadie más.

Miedo al Qué DiránDonde viven las historias. Descúbrelo ahora