Capítulo 4: Emilia Pardo Bazán.

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- Es el beso más hermoso que tuve en mi vida – confesó Juliana ajustando sus gafas y mirando los azules ojos frente a ella – fue un privilegio, como besar a una diosa de la mitología, y me temo que esta forma se adueñó de mi corazón.

- ¿Cómo un hechizo? – preguntó sonriente y ella asintió – Eso me gusta, usted y yo unidas por un hechizo.

- Espero que sea de los que duran para siempre, como los que plasman los autores en sus libros – respondió – así la tengo cerca sin fecha de caducidad – sonrió.

- ¿Eso le gustaría Juliana, temerme cerca siempre? – se sonrieron con los nervios de quien descubre el primer amor y sabe que nunca más podrá escapar.

- No creo merecer tal premio de la vida, pero si existiera la más mínima posibilidad de que ocurra la tomaría sin dudarlo – dijo con su corazón martillando en el pecho – No dejo de pensar en sus ojos, en la honestidad que veo en ellos, en su sonrisa, contagiosa por demás, y en la belleza de su anatomía – se miraban fijamente mientras sus sentimientos se convertían en sinceras palabras.

- Es muy lindo eso que dice, me gusta escucharlo de su voz – respondió acariciando su mejilla con el pulgar – Usted también se metió en mis sueños Juliana, como ladrón durante las noches de asueto, y me asusta todo lo que despierta en mí. No porque sea malo sino porque es nuevo y con tanta fuerza que no sé si podría contenerlo.

- Entonces descubrámoslo juntas, usted y yo, así no deberíamos tener miedo – tomó su mano y dejó un beso en ella – Juliana y Valentina en una aventura, caminando por sus sentimientos y arriesgándose a vivirlos a plenitud.

- Eso me gusta, su nombre junto al mío suena a novela de romance – sonrieron a la vez que asentían. Se miraron unos instantes y sus labios se volvieron a unir en un beso dulce, calmo, sentido, profundo y muy sincero. Sus corazones emocionados, galopando a la velocidad de la luz y sus almas felices al sentir que encontraban a su igual.

Después de eso, se subieron al coche y se dirigieron al departamento de la ojiazul. Durante el trayecto, se podía sentir un silencio lleno de emoción, de miradas incrédulas y sonrisas efusivas, ambas pensaban en lo sucedido minutos atrás y lo sublime de aquellos lindos instantes. La unión de sus labios y el hormigueo en sus cuerpos era la señal de un amor que empezaba a pedir su espacio y a abrirse paso en cada una.

- Me gustaría ir a la pastelería, mañana por la tarde, si le parece bien y no le molesta – comentó la mayor y ella asintió.

- Me encantaría tenerla por allí nuevamente, así le podría mostrar todo el lugar con calma y probaría nuestro "pecan pie", es de los mejores de la ciudad – respondió sonriente.

- Será un honor visitarle. ¡Buenas noches, Valentina! – se despidió.

- ¡Buenas noches, Juliana! – respondió y la vio alejarse a paso lento hasta llegar a su coche. Suspiró con inmensa alegría, con su corazón, novato en temas del amor, tamborileando en su pecho y dejándole saber que aquella noche era el inicio de algo hermoso.

En Juliana las emociones eran muy parecidas, en todos sus años de vida nunca se había sentido de esa manera. Por primera vez experimentaba esas sensaciones que solo es capaz de despertar el amor, Valentina era como un sueño realidad, tan parecida a ella en sus gustos, pero a la vez tan distinta en su forma de ver la vida. Era tan efervescente y divertida, tan honesta y sin complejos que le asustaba, pero no impedía la felicidad en su pecho.

- Ni siquiera tengo que preguntar cómo te fue, tu cara de amor lo dice todo – comentó su hermana mayor que la esperaba para conocer los detalles de su cita.

- Fue hermoso – respondió tomando asiento a su lado – Valentina me llevo a ver una película muy buena, tomó mi mano durante toda la función y después, en el estacionamiento, nos dimos un beso – suspiró y su hermana abrió la boca emocionada.

Miedo al Qué DiránDonde viven las historias. Descúbrelo ahora