Al alba.

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Gavito:

En ese abrazo sentía como nuestra piel volvía a reconocer sus caminos, su cuerpo descubierto me enloquecía, pero no solo por la pasión, existía en mi una fascinación completa por cada marca de su piel, sus lunares, tatuajes, cicatrices, por sus perforaciones, por cada uno de esos pequeños pliegues que se formaban en distintas zonas de su anatomía, incluso por ese olor suave que desprendía, uno que se mezclaba con su perfume y me hacía viajar a otra realidad, podría pasar horas y horas viéndola desnuda, no importaba que no ocurriera más, me embelesaba su belleza única.

Sin soltarla de ese abrazo, coloqué sus manos sobre mis hombros, la tomé por las piernas y la cargué, di la vuelta y la recosté sobre el sillón, la miré a los ojos, bajé una de mis manos para acariciar la parte interna de sus piernas, lentamente, de arriba a bajo, mientras la besaba. Ella comenzó a deshacerse poco a poco de mi pantalón, hasta que me hizo levantarme para dejarlo completamente fuera de nuestro espacio, me acomodé nuevamente sobre ella, jugueteando con mis dedos entre su lencería y su entrepierna, quería provocarla, hacer de este proceso un ritual, lento, donde poco a poco su deseo y el mío aumentaran hasta el punto donde ninguno de los dos nos aguantáramos más las ganas de fundirnos en uno solo.

Sus respiraciones agitadas inundaban mi oído, nosotros nunca necesitamos de palabras, cada sonido nos daba a entender claramente lo que el otro decía en ese momento.
Mentiría si no reconociera que simplemente con su forma de besar, bastaba para llevarme sin problemas a un punto de excitación en el que ni yo podía controlarme a mi mismo, ella sabía como manipularme con sus labios, sabía del arte de recorrer los míos con los suyos, conocía cada milímetro de ellos, los puntos donde debía detenerse, de que forma, hasta la presión correcta de esas leves mordiditas que solía darme.

- No tardes más.

Dijo entre una respiración y otra, solté una sonrisa pícara y seguí besando su cuello, mientras mis dedos jugueteaban sobre sus ingles, acercándose poco a poco y retrocediendo.

De forma intempestiva, metió su mano en mi entre pierna y comenzó a frotarla suvemente, hasta que tomó delicadamente mi miembro, me tenía por completo, a veces quiero creer que soy yo quien tiene el control, pero no, realmente es ella quien me lleva, quien me da el ritmo, quien me hace hacer cada cosa. Comencé a respirar cada vez más rápido, y al tiempo que noté como el rubor de sus mejillas aumentaba, ahogue mutuamente un gemido suyo y uno mío en un beso, donde mi lengua y la suya comenzaron a jugar, a encontrarse como hacía tiempo no lo hacían, se habían estado buscando y en este momento, se encontraron para no soltarse.

No sé cuanto tiempo llevábamos ya, habíamos recorrido de todo con nuestras manos, pequeñas gotas de sudor ya comenzaban a humedecernos, cuando Lola bajó mi bóxer, ya no era humanamente posible resistir un poco más, dejé una de mis manos tomando su cuello, con la otra retiré su panti de encaje, detalle que me hizo saber que ella sabía que hoy esto pasaría.

Me quedé mirándola a los ojos, su mirada clara, hipnotizante.

- Sí, si estoy segura.

- ¿Cómo sabías que me detuve por eso? - pregunté acariciando su cabello.

- Nadie me ha cuidado más que tú hasta en estas situaciones, siempre cuidas que todo lo que esté pasando me haga sentir bien y sabía que te ibas a parar en este punto.

- No quiero que pienses que estoy dudando.

- No, no, no he pensado eso, pero sé que después de que hablamos lo de la presión, no quisieras que esto fuera producto de eso, pero, te puedo asegurar que no, yo siempre he querido que esto pase desde hace mucho.

Sonreí levemente.

Entrelacé mis manos con las suyas y sin mediar más palabra, entré en ella de la forma más dulce, lenta y delicada.

Cuantas veces no habíamos estado en un momento así, en el que el mundo se detenía, nada existía fuera de nosotros, el mundo podía derrumbarse afuera y nada importaba, estar con ella ahora se sentía maravilloso, era como volver a la primera vez que la hice mía y que me hizo suyo.

Cada movimiento estaba sincronizado, igual que siempre, con ese lenguaje que nos habíamos encargado de crear a lo largo del tiempo, ese que solo se entendía en medio del silencio de los dos, con cada roce, cada gemido, con cada toque, sentir su piel deslizando con la mía, sentía que todas mis piezas faltantes estaban tomando lugar, que ese vacío que me invadía cada tarde, hoy desaparecía para llenarse de ella.

Se aferró a mi cuello, sin salir de ella metí mis manos bajo su cintura, y en un movimiento rápido, la cargué para sentarla encima mío, soltó un gemido profundo, me erizó la piel escucharla, se acercó a mi oído y comenzó a dar pequeñas mordidas en mi oreja, a lo que yo reaccioné escondiendo mi rostro en su hombro para respirar fuertemente en él.

El ritmo de los movimientos, la velocidad, ahora todo era controlado por ella, yo estaba a su merced, dejándome llevar por ese vaivén de su cintura, que cada vez era más y más rápido, más profundo, llevándonos a ambos al punto del éxtasis.

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Con un gemido al unísono seguido de un suspiro, ambos terminamos, solté el cuerpo por completo en el sofá, ella se quedó sobre mi pecho, acostada, la rodeé con un brazo y besé su frente, pude ver como ella sonreía, acaricié su cabello y volteó a mirarme de forma tierna.

- Tenemos que dejar de sobrepensar las cosas - se rió.

- ¿Tu crees que si no lo hubiéramos pensado tanto nos hubiera salido así de bien a la primera? Hay que ser metódicos - me reí.

- Ay no, señor - carcajeó - para todo calculas y metes técnicas, formas, modos ¿Me vas a decir que lo planeaste?

- En una hora, pero lo planeé ¿Crees que eres la única que puede montar un musical con dos ensayos generales?

- ¡Estúpido! - me pegó en el hombro y reímos.

La abracé, de la forma más bonita en que se puede abrazar a alguien, pegándola a mi pecho, con un brazo alcancé a jalar mi camisa tirada en la alfombra, la coloqué sobre su espalda y seguí con el abrazo, sentí como el sueño la vencía, yo batallé por no hacerlo aún, quería verla dormir, admirar un poquito de eso que hacía años habíamos dejado, y que alguna vez yo creí que estaba muriendo, pero hoy estaba más vivo que nunca.

Noté un poco de luz tenue a través de la cortina de la pequeña ventana, pero no me importó, ese brillo se fue apagando, cerré los ojos lentamente y me quedé dormido.
Nos habíamos entregado nuevamente, y así, en un amanecer sin cálculos de tiempo, con el corazón bajando su ritmo, nos dejábamos caer rendidos al alba.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2022 ⏰

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