023.

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—Qué. ¿Qué sucede? — preguntó curiosa Leyiha ojeando el teléfono y a mí. Al ver que no respondía nada, se acercó y me arranchó el celular.

"No tienes ningún derecho de aparecer luego de tres años como si nada y fingir que no le hiciste daño".

Tiene razón. Odio admitirlo, pero es la verdad.

—¡Qué bolas! — dijo mostrándome la pantalla con los mensajes. — Ese chico te acaba de mandar a la mierda, de forma educada diría yo

Resoplé cansado.

—Entonces, ¿ACATARAS lo que te dijo? — habló entonando demasiado esa palabra en tono de burla.

—¿Por qué lo haría? — ella me miró con el ceño fruncido. — ¿Es un consejo cierto?, yo decido si tomarlo o no. Y yo decido que su advertencia me importa una mierda.

—Deberías. Si tanto dices querer su perdón, entonces dile — se acercó. —. Sin rodeos, ni confusiones. Dile la verdad. Dile lo que ocurrió hace tres años, y será decisión de él si te perdona o no.

—No ahora— me limito a decir.

—¿Entonces cuándo? ¿mañana? ¿pasado?, ¿cuándo?

—No lo sé, pero primero necesito tener su confianza.

Soltó un suspiro irónico.

—Es irónico, ¿sabes? — dejó el móvil sobre la mesa. — Dices no querer lastimarlo, pero con tus acciones lo harás otra vez, acercándote de esa manera, confundiéndolo. Como un ciclo sin fin, un ciclo que puedes cortar con la verdad. Pero no lo harás, porque tu amor por él y las esperanzas que tienes en recuperarlo son más grandes que tu realidad. Tu cruda realidad.

No respondo, me quedo en silencio. Es cierto, estoy tan malditamente enamorado.

—Detente. — pide. — Ya no eres parte de su vida, no trates de obligarlo para que te deje entrar

—No puedo.

—No. Tú, no quieres.

—Leyiha, no puedo. Simplemente no puedo hacerlo, en todo este tiempo jamás he podido olvidarlo, no he podido dejar de amarlo, no he podido avanzar

—¿Y quieres hacer lo mismo con él? Estancarlo

—¡No! — digo. — Quiero que el siga, que haga su vida, pero...

—Contigo.

Si. Quiero que sea conmigo, pero es un sueño. Es algo imposible.

—Tienes que dejarlo ir. Olvídate, olvida esa esperanza nula que tienes en tu mente

—No puedo, cada vez que veo su rostro. Recuerdo nuestros momentos juntos, nuestra infancia, nuestra adolescencia, recuerdo todo eso. Y siento que caigo en una especie de hechizo en la que me siento como un niño

—Benjamín. Esos son solo recuerdos, son memorias del pasado, no es el presente. Tu presente— avanzó dos pasos más—. La realidad es esta, y tienes que entender eso. Lo amas, pero...— hace una pausa, suspira pesado. — Él ya no a ti. Santiago no te ama, y ya no lo hará.

Eso bastó para que mi corazón entendiera.

Él ya no me ama. Ya no lo hace.

¿Qué estoy haciendo?

—¿Aún sigues buscando su perdón?

No respondo.

¿Es necesario? Ya no lo sé realmente.

—Voy a estar arriba.

Paso por su costado, no sin antes agarrar mi móvil y subir hasta mi dormitorio, entro y cierro la puerta. Me lancé sobre mi cama y agarré la libreta de dibujos, necesito pensar en otra cosa.

Aeternum ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora