Parte I

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Los reinos decadentes son un cumulo de fracasos de antepasados, los cuales han pasado sus malas decisiones de generación en generación, eso dice mi padre durante todas las cenas a las que me es obligación acudir, a mí y mis doce hermanos. No recuerdo que cenar hubiese sido gratificante en algún momento, los hombres hablan de la guerra y de lo muy entretenido que es cortar cabezas y quitar esperanzas a los contrarios, es asqueroso que lo mencionen mientras como mi tarta de arándanos, es tan bestial, tan ...

- Señorita Lituania ¿retiro su plato? -Alice me saca de mi ensoñación, ella es la criada que me ha cuidado desde que tengo razón, ya que a mi madre poco le interesó parir una mujer, asiento levemente indicándole que sí.

- Estamos a punto de iniciar una guerra con el clan del norte -escucho a mi padre recordarle a mi hermano mayor Alcatraz; mi padre es el general del rey supremo de estas tierras y mi hermano mayor será su sucesor, un hombre entrenado para acabar con enemigos en la guerra y destruir estrategias.

- Lo recuerdo padre, yo, Federick y Arnom estamos movilizando los ejércitos, preparando los suministros y viendo que todo esté funcionando correctamente -mis otros dos hermanos asienten.

Mi familia es grande mi padre tiene cuatro esposas, su primera esposa fue Leonor de ella le nacieron Alcatraz, Federick, Hervé, Mael y yo Lituania, su segunda esposa fue Elvira, es la mujer que más ama mi padre, aunque está un poco enferma, sus hijos son Amelia, Sabina y Cedric; su tercera esposa Eloísa, que es como una madre para mí, sus hijos son Gael y Kellan, su última esposa fue Clara con quien tuvo a Kelvin y los gemelos Arnom y Arlen.

Dicen que nuestra familia ha sido bendecida con muchos hombres y desafortunadamente yo soy la menor, aunque dos días antes que yo nacieron los gemelos, yo solo soy eso, la menor de la casa del general, no soy diestra en la guerra como mis hermanos o despampanantemente hermosa como mis hermanas Amelia y Sabina, quienes definitivamente serán unas perfectas esposas, no puedo evitar pensar en todo eso, en que soy la más pequeña en una mesa donde hay dieciocho personas sentadas.

- No debes preocuparte por tus vestidos ¿sabes? -mi hermano Gael susurra en mi oído- así que podrías haberte comido toda tu tarta -sonríe, es la única persona que en casa me presta atención, me enseñó a leer, escribir, pintar y cantar, nada útil para estos tiempos de guerra, pero es lo que una mujer debe aprender, bueno no muchas leen y yo sí.

- Nuestro padre dice que pronto me casará -respondo en un susurro y mi hermano pone cara de horror.

- ¿Cuándo ha dicho eso? -suelto un suspiro y agacho la mirada- pero si eres una chiquilla ¿Cómo piensa hacer eso?

- Mi madre tenía tres años menos que yo cuando se casó con nuestro padre, así que no veo por qué yo no...

- Que tu madre se haya casado a los catorce no significa que te estés quedando atrás...

- GAEL -ambos nos quedamos en silencio ante el grito de mi padre- ¿Qué es ese cuchicheo que se oye desde tu lado de la mesa? ¿acaso no ves que los mayores estamos aquí hablando?

- Lo siento mucho padre, no volverá a pasar –responde mí hermano.

Unos minutos más tarde termina la cena, todos vamos a nuestras respectivas partes del castillo, a nosotros los hijos de Leonor tenemos nuestras habitaciones en el ala norte. Estando en mi habitación escucho unos fuertes pasos retumbar por el pasillo, me preparo para lo peor, mi madre abre la puerta de golpe e inmediatamente me pongo en pie.

- ¿Cómo te atreves?

- ¿perdón madre? -digo apenas en un hilo de voz, sostengo con mi mano derecha mi muñeca izquierda que no deja de temblar.

- ¿Cómo te atreves a hablar en la mesa mientras tu padre está hablando? ¿acaso no sabes que mientras los hombres hablan las mujeres callan? -asiento levemente, de repente siento un fuerte golpe en mi mejilla izquierda y pierdo el equilibrio, me tambaleo y caigo al suelo- debes responder solo cuando se te habla ¿entendido?

- Si señora.

- No te imaginas la vergüenza que me hiciste pasar frente a esas mujeres, ¡levántate maldita sea! ¡levántate! -me pongo en pie rápidamente- mañana no desayunarás ni comerás ¿entendido? -asiento con la cabeza levemente- ¡acabo de preguntar si entendiste niña estúpida!

- Si señora -respondo finalmente.

Ella sale de mi habitación dando un portazo y yo me recuesto en mi cama y hago lo único que sé y puedo hacer, llorar. 

LituaniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora