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Fogón

    La noche era estrellada y el clima era agradable, hermosa noche de verano. Jimin estaba en el baño secándose el pelo, le daba calor pero quería verse bien. Jungkook pasaba a buscarlo a las diez, tenía veinte minutos para aprontarse.

    Ya con el pelo seco, salió del baño y se metió a su habitación. Abrió el ropero y miró toda la ropa que tenía: quería vestirse cómodo pero lindo, casual pero llamativo. Se puso entonces un buzo canguro negro largo hasta la cintura y unos pantalones negros de tiro alto, acompañado de un par de championes del mismo color. Se probó diferentes pendientes, pero le pareció que ninguno combinaba. Se miró al espejo. Lo que sí que no podía faltar era un sutil sombreado en los ojos, iba a la playa pero no por eso estaba prohibido maquillarse.

    Alguien golpeó las manos.

    —¡Jimin! —lo llamaron desde afuera.

    —Jungkook... —susurró— ¡Ya voy!

    Se dió una última mirada al espejo y se puso perfume y desodorante. Se aseguró de que tuviera el celular con carga, se despidió de su madre, sacó una caja de vino de la heladera y salió a su encuentro con Jungkook.

    Al verlo, no pudo evitar sonreír. Jungkook llevaba puestos esos pantalones que simulaban cuero que tantas veces le había elogiado e incluso pedido prestados. Las luciérnagas brillaban detrás de él, lo hacían ver como si resplandeciera. Los perros ladraban advirtiendo del intruso que se estaba metiendo en su corazón.

    —Hola —dijo en cuanto estuvo frente a él, sentía que le hablaba a un ser de cuento de hadas.

    —¿Vamos? El bondi está por pasar —habló su príncipe azul.

    Jimin pestañeó varias veces, saliendo de sus pensamientos de algodón de azúcar.

    —Vamos —dijo al fin.

    Siendo empujados por una leve brisa, caminaron hacia la parada de ómnibus.

    —Vienes con el chupi —notó Jungkook señalando la caja de vino que Jimin llevaba en las manos— Namjoon te va a adorar.

    Llegaron a la parada. No había nadie más esperando, estaban ellos dos solos. Jimin se sentó en el asiento de la garita, Jungkook se sentó a su lado. Ambos miraban al frente, ninguno decía nada, se escuchaba la estridulación de los grillos. Las manos de Jimin estaban sobre sus rodillas, su pierna se movía inquieta.

    —Jimin —le llamó Jungkook por su nombre, antes de posar una mano sobre las suyas. Jimin quedó paralizado, inmóvil. Sus labios se entreabrieron al inhalar una bocanada de aire. El corazón le latía a mil. Jungkook sacó la mano, la llevó a atrás de su propia nuca. Jimin volvió a respirar con tranquilidad, algo decepcionado—, ¿cómo vas con la descarga?

    —Todavía le faltan nueve horas —respondió asintiendo con la cabeza. Apretó sus labios, un poco avergonzado.

    —Entonces va bien —se derritió en el asiento, recargando todo su peso en el respaldo. Cerró los ojos, puso sus manos sobre su abdomen, soltó un suspiro.

    En eso llegó una anciana con un bastón. Jimin y Jungkook se hicieron a un lado para que pudiera sentarse.

    —Gracias jóvenes, son muy amables —dijo al tiempo en que se sentaba, muy lentamente—. Le voy a decir a mi nieta que hay dos buenos mozos en el barrio —dijo juguetona.

    Jimin mordió su labio inferior para no reírse, sería irrespetuoso.

    —¿Cuántos años tiene? —preguntó Jungkook por curiosidad.

Los Sims [Jikook / Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora