Capítulo 3

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Le habían ordenado que visitara la enfermería antes de unirse a la práctica y aunque cualquier otro día Misaki lamentaría perderse parte del entrenamiento, esa mañana no podía sentirse más afortunado por la oportunidad que se le brindaba para encontrarse una vez más con la que había acabado convirtiéndose en la nueva médico del complejo.

Escuchando a lo lejos los gritos del entrenador y dando gracias por no estar en el campo cuando el hombre se hallaba de malhumor, el japonés se dirigió al consultorio dudando un segundo antes de llamar a la puerta, pues lo último que deseaba era que Jaqueline escuchara el latir frenético de su bobo corazón. Suponía que tal nerviosismo era un efecto colateral de haberse presentado como un ridículo borracho, aunque tampoco descartaba la posibilidad de que su sistema colapsara sólo por estar en presencia de una dama tan hermosa.

Apenas se atrevió a golpear, la suave voz de la doctora le invitó a pasar. Era su segundo día en el complejo y además de la placa con su nombre colgando de la puerta, Jaqueline había comenzado a acondicionar el espacio en que trabajaría, ajustándolo a la persona que laboraría ahí mientras durase el permiso de su antecesor.

—Lindas plantas, le dan color a este sitio —comentó Misaki, señalando las macetas sobre la estantería y el helecho que Jaqueline regaba en esos momentos.

—Esa era la idea —sonrió ella—. Por favor, toma asiento.

Mientras aguardaba a que la médico le atendiera, Taro reparó en la fotografía que decoraba el escritorio y en la que aparecía una joven Jaqueline junto a dos muchachos y una adorable pareja, todos envestidos con batas de doctor.

—¿Toda tu familia se dedica a la medicina? —preguntó, advirtiendo al poco su atrevimiento—. Discúlpame, no quise ser entrometido.

—No hay problema, cualquiera preguntaría al ver la foto —Jaqueline aseguró, tomando asiento tras el escritorio —. Y la respuesta es sí. Mamá es pediatra; papá quería que los gemelos fueran oncólogos como él, pero el mayor prefirió cardiología y el menor se convirtió en neurólogo. Yo, pues me decanté por ortopedia.

—Increíble. Supongo que nadie se ha de enfermar en tu casa.

—Bueno fuera. Si uno coge la gripe, es seguro que todos acabaremos moqueando.

Misaki rio, imaginando lo gracioso que sería ver a una familia de médicos perdiendo la batalla contra un simple resfriado común. El sonido que su risa provocó resultaba tan suave y dulce que Jaqueline se dejó atontar por un segundo, antes de recordar que el muchacho había ido ahí por una razón y que esta no tenía nada que ver con encantarla a ella. Buscando entre las carpetas el expediente médico del castaño, Jaqueline pasó de chica amable a doctora en acción.

—Veamos... según pone aquí, eres un hombre sano y tienes uno de los mejores sistemas inmunológicos que el doctor ha visto, aunque eres proclive a las lesiones —leyó ella—. Estuviste en rehabilitación luego de fracturarte la pierna izquierda y has seguido un plan de entrenamiento especial desde que ingresaste al equipo.

—Correcto. El Dr. Rosy también ha vigilado de cerca la lesión en el hombro que me hice durante los partidos del último mundial y la temporada anterior, me sacaron del campo luego de chocar cabezas con un jugador del Mónaco. No fue nada, pero el entrenador insistió.

—Ya veo que eres de esos a los que no les importa arriesgar el físico.

—Tampoco voy por ahí pidiendo que me lastimen —se defendió Misaki, ligeramente avergonzado. Jaqueline sonrió.

—Digamos que te creo. Sube a la camilla, comenzaremos con la exploración física y luego darás la prueba de esfuerzo para monitorear tu condición. Antes de irte, te tomaré muestras para el antidoping.

Destinos cruzados [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora