Capítulo 4

272 11 2
                                    

La defensa del Lyon decidió apretar durante los últimos minutos del partido. Habían terminado la primera mitad sin que el gol en contra los hiciera sentir nerviosos y vuelto al campo con la firme intención de obtener el empate y luego superar a sus contrincantes. Sabían desde el principio que enfrentar al líder de la liga no sería una tarea sencilla, pero estaban decididos a darle batalla al equipo visitante y entorpecer su objetivo de ser llamados campeones de Francia por tercer año consecutivo.

Nadie que presenciara el juego podría decir que a los locales les faltó espíritu de lucha y es que aunque sus intentos por revertir el marcador terminaron todos en rotundos fracasos, los leones se rehusaron a dejar de atacar hasta que el PSG anotó su segundo tanto, llegado el minuto 80'. Por como el capitán lo veía, finalizar el encuentro con un marcador de 2-0 era una derrota mucho más digna que permitir que los parisinos se fueran con tres goles de ventaja.

«Juegan estupendamente. Su marca no me deja ni respirar», pensó Misaki, luchando por abrirse paso entre los dos que habían acudido a su encuentro. Faltaban unos minutos para que el árbitro pitara el final y aunque habían conseguido lo que buscaban y podían volver a casa saboreando una dulce victoria, ni el japonés, ni su capitán creían que aflojar el ataque fuese la forma correcta de devolver los esfuerzos de sus adversarios. «No podemos faltarles al respeto rindiéndonos a poco de terminar», se dijo.

Advirtiendo un pequeñísimo espacio, el castaño se las ingenió para romper la marca y lanzarse al ataque, alcanzado a su capitán justo a tiempo para auxiliarlo y superar juntos la última defensa del Lyon. Con un maravilloso juego de pases, tan hermoso a la vista que casi resultaba una obra artística, Pierre se perfiló para disparar cuando el arquero enemigo se adelantó, dispuesto a detener el tiro antes de que el rubio pudiera ejecutarlo.

En una fracción de segundo, Le Blanc pasó de rematar a lanzar un pase. Taro saltó buscando anotar, empujando el balón con un cabezazo y viendo el esférico dirigirse hacia la red. El silbato pitó anunciando el gol y el final del partido.

—¡Lo hicimos! —celebró Marcel, el portero del París, cuando todo el equipo se reunió en el mediocampo, la euforia por la victoria destellando en sus rostros—. ¡Cada vez más cerca de obtener el tricampeonato!

—Bien hecho, Misaki. Sabía que podía confiar en ti para rematar ese tiro —Pierre sonrió, pasándole el brazo por encima de los hombros.

—Fue sencillo, el portero no estaba cerca para detenerlo.

En ese momento, el capitán del Lyon se acercó para ofrecer sus respetos al equipo ganador, marchándose al poco para regresar con sus miembros. Una vez se fue, el PSG agradeció a la tribuna que acudió a apoyarlos, dejando el campo tan pronto como el ánimo se serenó.

—Felicidades, muchachos. Ha sido un partido increíble —les dijo el entrenador, al volver a los vestidores —. Ahora vayamos a casa.

Los chicos asintieron, terminando de alistarse para dirigirse a la estación de trenes, pues aunque en los días pasados se les ofreció hospedaje en la ciudad, el equipo prefería pasar el domingo en la comodidad de sus hogares. Ya en el autobús, Misaki aprovechó el alboroto de sus compañeros para echar un vistazo al teléfono, pues había una persona a la que se moría de ganas por escribir.

Dos semanas atrás, Jaqueline le había dado su número y aunque al principio se sintió cohibido al escribirle, conforme la charla avanzó su confianza regresó y su bandeja de entrada pasó de tener escasa actividad, a estar activa día sí y día también. Esa tarde, la italiana se le adelantó, escribiendo el texto que aceleró peligrosamente el corazón del japonés. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Destinos cruzados [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora