SEGUNDO CAPÍTULO - PADRE - DIOS

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SEGUNDO CAPÍTULO - PADRE - DIOS

"Llevaba los vestidos sucios y manchados tanto por el camino que había cruzado para llegar hasta aquí como por los errores (pecados) que había cometido. Sin embargo, me sentía plena y llena de paz.

Todo cuanto me rodeaba era de un color blanco impecable. Por un segundo, debido a mi aspecto, la tristeza trató de tocar a mi puerta y un pensamiento intrusivo quería echarme atrás: ¡ensuciarás todo este hermoso lugar, no mereces estar aquí! Así que tomo una bocanada de aire dispuesta a darme la vuelta cuando, al levantar mi mirada, me percato de tres tronos dorados que se encuentran ante mí. El de en medio está ocupado mientras que los otros dos vacíos.

Cuando tomo conciencia, comprendo que la paz que siento desde que he entrado aquí emana de quien se encuentra sentado en ese gran trono. A pesar de no llegar a percibir su rostro, y aún a varios metros de distancia, hace un ademán con su mano y me invita a acercarme. No lo dudo ni por un segundo y corro hacia Él sin temor.¹

En ese instante, siento como la gran mochila de ansiedades, miedos e inseguridades que me han acompañado durante el largo trayecto hasta aquí, se cae. Al ver que me acerco, se pone en pie y extiende su mano hacia mí. Parece que Él también estaba deseando que llegara este momento. Entonces alzo mi diminuta mano tratando de sostenerme a la suya, pero sólo consigo rodear su dedo índice. Conforme andamos hacia lugares que jamás conocí (o siquiera imaginé) su gran sombra va cubriéndome en todo momento.


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