André sonrió, viéndola sin que ella se diera cuenta:—Sería un placer para mí tener un arma en mi dirección si eres tú quien la está apuntando.
Julia levantó su cabeza y lo vio a los ojos. Entonces, reconociendo las ganas que tenía de hacerlo, lo besó ubicando su mano en su nuca. Él le devolvió el beso encantado...《
—Y entonces desperté —dijo André a sus dos amigos frente a él en su cafetería.
Ni Max ni Patrick podían abandonar su sorpresa. Mientras uno fruncía su ceño, el otro ponía una cara que gritaba las palabras: "No. Entiendo. Nada". Max fue el primero en hablar: —André, ¿volviste a fumar antes de dormir?
Él lo miró serio, ya que ya eran cuatro meses sin ese horrible hábito. Pero sabía que su amigo solía hacer esos chistes pesados.
—Creo que es una historia genial para escribir—Patrick, el escritor del trío, estaba fascinado—. Voy a robarte la idea.
—Te la regalo siempre y cuando me cedas el veinticinco porciento de las ganancias — André terminó de repasar la barra con el trapo que posteriormente se pondría sobre el hombro. Una inmensa emoción le recorrió el cuerpo. Había soñado tantas veces con eso, y al fin lo había logrado. Su propio café, con su estilo y sus reglas. Quiso reír al recordar que, técnicamente, le había dicho toda la verdad a la extraña con la que había soñado.
Seguía pensando en ella, le llamó mucho la atención el haber soñado con una chica que no conocía. Lo más probable es que la haya visto tiempo atrás y su subconsciente seguramente memorizó su apariencia. Desconectándolo de sus pensamientos, la puerta sonó abriéndose. Decidido, se giró hacia el mostrador. Y cualquier cosa se le olvidó cuando la vio: pelo castaño, ojos oscuros, labios finos y grandes mejillas. Tensó su mandíbula y abrió sus ojos, completamente pasmado. Era ella.
Era...
No, no podía...
Sí, sí era ella.
Sacudió su cabeza al recordar que seguía trabajando.
—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte?—dijo él, sonriendo galante. Ella sonrió sin mostrar sus dientes, como si le divirtiera su actitud.
—Un café, por favor— André puso el código en la computadora para poder cobrarle.
—¿No quieres nada más?
Ella se rió: —Ya que lo mencionas, la verdad es que tu nombre y tu número no me vendrían nada mal.
André sonrió encantado, iba a casarse con ella. Extendió su mano a modo de presentación: —André, un placer...
—Jane —sonrió ella—. Me alegra conocerte, André.
Ambos se miraron a los ojos, sintiendo una cercanía y complicidad que no creían poder expresar con palabras.
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Siete Metros y una Taza de Café.
RomanceSiete metros fue la distancia que los separaban. Una taza de café fue lo que los reencontró. Todos los derechos reservados.