1. El comienzo de todo

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El celular del conductor marcaba el destino. La pequeña finca de mi padre estaba frente mí.

El rosa mexicano era más reluciente, más brilloso, en ella oías los caballos galopear, y algunos rezos.

La gente llegaba a el velorio, para después pasar un rato en los siete días de velorio. Y los rosarios, todo para que llegara al cielo.

Mi madre estaba ahí, sentada frente el ataúd de madera, una madera brillosa, con bordes grises que brillaban, mi hermano estaba alado con un traje de charro, mientras Cecilia recibía a todos en la puerta.

-Ruega por el -Repetía el padre a través del micrófono.

La casa estaba llena, como la última vez que la pise, esa vez que festejaron en grande por mi ascenso hacia Egipto, hace 4 años estuve aquí, oyendo los cantos de alegría, ahora oía los rosarios.

Poco a poco la casa se vaciaba, la gente no estaba como la primera vez. Había personas que nunca había visto, y otras pocas que solo vi un par de veces.

Cómo el joven que vendía amarantos en los eventos de mi padre, o la señora con la que tenía mil fotos de chica, ahora solo decía. "Cómo has crecido"

La vibra en la casa sin papá no era lo mismo, pero aunque estuviera en familia no podía dejar de pensar en mi empleo.

En tan solo un día había perdido todo. Luis me enviaba mensajes. Preguntaba si todo estaba bien, o si se me ofrecía algo.

Mientas más miraba el ataúd de mi padre, menos podía dejar de pensar.

¿Esto había valido la pena? No podía verlo, el ataúd era totalmente cerrado, el caballo había terminado con él, que su imagen era irrespetuosa hacia los demás.

Y aún que hubiera una foto de él, detrás de él, , no era lo mismo. No era lo mismo estar ahí, que aquí.

El coro del la iglesia cantaba, y ese sentimiento en el taxi me recorrió de nuevo.

El movimiento lento del cielo, y de las personas me rodeo de nuevo. El movimiento de sus bocas, el sentido de vida era tan lento, no reaccionaba, solo sabía que estaba ahí, presente pero ausente.

Era como si tuviera música en la cabeza, solo que esta vez había un silencio, con esa voz que decía.

"Es tarde, tan tarde para seguir viviendo."

Y no importará que habían pasado dos semanas, aún seguía ese sentimiento de vacío en mí.

El pequeño pueblo donde crecí era más pequeño, la gente me veía y me daba el pésame.

Los corrales, parecían un pueblo sin armonía, tan vacíos y fríos, que era el único lugar donde uno se sentía a gusto

Con esos caballos que habían matado a mi padre. Movían su cola de colores claros, y sus orejas en forma de pésame, olían la perdida en la familia.

Tomé a risos, el caballo con un pequeño riso en su fleco. Su silla de montar estaba a lado. Una vez instalado monte la gloria.

Avance lo más rápido que pude, hasta llegar a la cima de la montaña.

El pasto estaba tan seco, y los árboles les faltaba la mitad de las hojas, eran tan cafés, que avisaban que el otoño estaba por llegar.

Baje del caballo, y respire el aire que me hacía falta.

Esa colina parecía tan pequeña, que solo quería cruzarla, tan lenta en una caída sin fin. En donde atravesará el cielo, y tocará por última vez a mi padre.

Mictlán - The BoysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora