Capítulo 38

9K 719 308
                                    

Atheus.

¿La continuidad del heredero...?

Siento las rodillas débiles mientras intento comprender. Tampoco hay muchas alternativas por explorar, la respuesta obvia esta frente a mí como un gran letrero brillante, pero me niego a aceptarlo.

No puede ser, sencillamente, no puede ser.

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?

Esto no debería suceder. No puede.

— ¿Atheus? —su dulce voz vuelve a llamarme, esta vez preocupada—. ¿Estás bien? Te ves pálido.

Me siento enfermo. Apenas puedo dirigir mis ojos hacia ella y entre abrir los labios, sin lograr decir nada en absoluto.

— ¿Qué... qué es esto? —pronuncio al fin, entre respiraciones pausadas.

— ¿De qué hablas? —Frunce el ceño, sin comprender y se pone de pie—. ¿Por qué me miras así?

Retrocedo cuando intenta acercarse. La cabeza me da vueltas mientras trato de asimilarlo.

Una serie de recuerdos que son incluso previos a mi partida llegan de golpe, remarcando detalles en su actuar que pasé por alto. Mierda. ¿Cómo no lo noté antes? ¿Hace cuánto es que esta... así? Y más importante, ¿desde hace cuánto lo sabe?

Porque no tengo dudas de que es consciente de esto hace bastante tiempo.

—Esto—repito, sonando extrañamente estrangulado—. ¿Qué es esto, Leiren?

Es cuando reconoce lo que tengo en mis manos que su rostro se vuelve pálido.

—Atheus...

— ¿Cuándo lo supiste? —la interrumpo, al borde de la histeria.

Rodea el escritorio, acercándose a mí para intentar arrebatarme la maldita prueba. No la dejo, retrocedo mascullando una maldición y me paso una mano por el pelo mientras tropiezo con mis propias piernas que ahora mismo se sienten de gelatina.

—No quería que te enteraras así—retuerce sus manos, nerviosa—. Iba a decírtelo, estaba a punto de hacerlo...

— ¿Entonces es cierto? ¿Estas...?—la señalo sin poder terminar—. ¿Tienes...?

Me da un asentimiento tosco.

—Estoy embarazada— confirma.

Mi ritmo cardiaco aumenta a la vez que mis pensamientos escapan de control. Todo, absolutamente todo comienza a desmoronarse, la estructura que preparé para el futuro, la seguridad de Noel y la tregua con mi madre, el maldito respiro a las acusaciones en mi contra. Quiero calmarme, ver las cosas desde un punto más claro, pero no puedo, mi cabeza se atasca en un montón de mierda y soy incapaz de encontrar una salida.

— ¿Estás...? —intenta tomar mi mano.

—Déjame—me aparto, como si su tacto quemara.

Camino lo más lejos posible, casi en círculos mientras trato de ponerme un orden. Muchas cosas giran en mi cabeza, posibilidades, puntos negativos, casi todos negativos, no hay nada bueno y siento que comienzo a ahogarme. Esto es todo lo que no quería, todo lo que quise evitar. No se supone que deba pasar, no se supone que ella pueda... que ella sea madre.

Como el infierno que yo no puedo ser padre.

¿Cómo podría?

Durante casi toda mi vida fui señalado como alguien capaz de liquidar a todo aquello que codicie mi poder y ahora tendré un...

El deseo del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora