Capítulo 1. El comienzo.

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El sol resplandecía en lo alto. Los brillantes rayos del astro atravesaban las nubes, las cuales se movían lentamente al compás de la suave brisa que corría. Era un día tranquilo, como cualquier otro.

Un chico alto y fornido caminaba animoso por las calles silenciosas de la mañana. Sus cabellos castaños era acariciados con gentiliza por la brisa del aire; una hermosa sonrisa acompañaba su rostro. Paró frente a una puerta muy conocida para él, había llegado a su destino: la casa de su mejor amigo. Tocó la puerta una vez, no hubo respuesta; dos veces, nadie salió. El castaño sabía que aunque tocara mil veces nadie abriría. Suspiró resignado y se dirigió a la puerta trasera. Abrió y entró a la casa haciendo una pequeña reverencia en señal de disculpa por la intromisión. Vislumbró aquella casa silenciosa y, sin más demoras, subió las escalaras; no era difícil imaginar donde estaría su amigo. Se adentró en el cuarto de baño y le miró. Ahí estaba él; sumergido en el agua, en sus pensamientos, en su pequeño mundo.

—Buenos días, Haru-chan. —Sonrió a la par que le extendía su brazo para ayudarle a salir de la bañera. Sólo él entraba a su mundo, y sólo él podía sacarlo del mismo.

—Makoto...

Antes de que pudiera terminar la frase, el mayor se apresuró a completar la idea —¡Lo sé, lo sé! Sin el chan. Perdona. —Soltó una pequeña risita —. ¿Otra vez con el bañador, eh?

—Es cómodo —murmuró y sujetó con firmeza la mano del más alto abandonando la bañera.

—¡Vale, vale! Apresúrate que se nos hará tarde.

Haruka caminó, sin muchos ánimos, hasta el umbral de la puerta. —Makoto... —murmuró no muy alto, pero lo suficiente para que el castaño le escuchara.

—¿Sucede algo, Haru? —Volteó, afligido, mirando la espalda de su amigo.

Nanase no necesitaba voltear para saber que el castaño estaba preocupado. El mismo sentía como su anatomía era traspasada por ese par de ojos esmeralda que le exigían una respuesta.

Sin emoción alguna preguntó: —¿Tu familia aún sigue fuera?

—Sí, regresan hasta hoy por la noche. — Una sonrisa se esbozó en su rostro.

—Entiendo— musitó y se retiró del cuarto. El castaño no pudo evitar que una pequeña risa saliera de sus labios. Haru jamás hablaba directamente, pero él sabía perfectamente a lo que se refería.

Caminaron hasta el colegio como era costumbre. Makoto hablaba con entusiasmo y Haruka sólo se limitaba a responder con mono sílabas; nunca había sido propio de él hablar.

El día en el instituto transcurrió como cualquier otro, nada especial; entre clases, compañeros, risas y pequeñas pláticas. Makoto era sin duda la clase de chico que a casi todos agradaba: «¿Tachibana-san? Es un chico muy amable, muy alegre», era lo que se repetía con frecuencia. Por otro lado, poco se comentaba de Haruka: «¿Nanase-san? Eh... Bueno, él es algo callado y solitario. Siempre se le ve a lado de Tachibana».

La campana para el receso había sonado. Haruka y Makoto se encontraban en la azotea de la escuela como de costumbre. Dos amigos más les hacían compañía almorzando con ellos: Nagisa y Rei.

—¡¿Haru-chan se quedó a dormir con Mako-chan otra vez?! —mencionaba un rubio exaltado señalando a los almuerzos de ambos chicos.

El castaño sonrió —. No. Mi familia se fue de vacaciones por este fin de semana y, Haru me ha preparado el almuerzo... Caballa —musitó dirigiendo su vista al pequeño traste que tenía entre sus manos. Una hermosa sonrisa se dibujó en su rostro.

—¡Mako-chan, déjame probar! — El de cabellos castaños extendió su almuerzo –¡Delicioso! ¡Delicioso, Haru-chan! A pesar de que no soy fan de las cosas que no son dulces, la caballa te ha quedo ¡Deliciosa! —expresaba entusiasmado — ¡Haru-chan, hazme el almuerzo también! ¿No sería genial comer un almuerzo hecho por Haru-chan? — preguntaba al de cabellos azules.

Desde Siempre [MakoHaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora