Cuatro

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Ella me busca con sus marrones pupilas. No me ve. Ni lo hará. Extiende su mano esperando palparme y aunque sus dedos cruzan mi fantasmagórica figura no me sienten. Temerosa se abraza a si misma pensando a sido otro delirio como lo fue ese sueño del que molesta regreso a esta su fría realidad.

La llamó por su nombre solo para volver a oír su voz. Levanta la mirada, pero cierra sus labios y en respuesta frunce el ceño dándome la espalda. Sabe estoy aquí. Lo sé. Sus movimientos la delatan y siento quiere me vaya, mas no lo haré así quede mi fragilidad al descubierto permanecere aquí. Quisiera fuera suficiente para que comprendiera las tribulaciones que me han traído, atrevidamente, en esta forma sutil a su cuarto. En este suspiro susurrante que se me escapa desde que la ví y supe todo ese amor suyo por mi era cierto.

-¿Qué hace aquí?- me pregunta súbitamente y tiemblo ante esas tres palabras, pues la respuesta es demasiado grande para encerrarla en unos vulgares vocablos- Usted dijo no volvería a darme respuesta ¿A qué ha venido?

-No traigo respuestas- le digo y se gira hacia donde oye mi voz- Traigo anhelos de los que usted es responsable satisfacer.

-¿Se refiere, usted, a los deseos con los que invadió mi sueño?

-Lamento que mis añoranzas le resulten terrenales, improcedente de un ser como yo, pero es que en el amor no soy diferente a usted- le dijo y mí voz se oye humilde.

-¿Amor?- cuestiona con ánimo pacificador lo que me conforta pese a que aparta de mí su mirada- ¿Qué sabe usted del amor de los hombres, Daishinkan? No está en su naturaleza el entregarse a las pasiones que el amor desata. No existe en su carne una hebra que se agite violenta ante el temor. El amor es miedo, es desasosiego, es perder de la cabeza, desesperación y todo esto a cambio de momentos de felicidad tan sencillos que la odisea de sortear todas esas exaltaciones parece un esfuerzo cuya recompensa es pobre y hasta ordinaria...

-Una parte de mí surcó dimensiones para hablarle al oído como un fantasma- le digo y me acerco a ella para tomar un mechón de su cabello que escapa de mis manos con un movimiento de su cuello- ¿Desvalorará de mí este acto por contar con el poder de hacer mayores proezas o me castigará por mi rechazo? Juro, y no está en mi poner en prenda mi palabra, que me he arrepentido de ello  desde el primer día.

La veo bajar la mirada, subirla y buscar palabras que se opongan a las mías. Ruego que no las encuentre y no lo hace o no quiere. Para mí es suficiente. No podré convencerla está noche, pero quizá pueda la jornada siguiente. Mas si me pide que me aparte no tengo pensado insistirle. Soy orgulloso. Más de lo que muchos pueden llegar a creer y aunque el amor me subyuga ante su rechazo guardaré límites. Contra mis deseos no caeré bajo, pienso, pero cuando sus ojos se encuentran con los míos flaqueo y claudicó de nuevo.

-Amanece- me dice y ve por la ventana- Necesito descansar- agrega y callado me retiro, pero de su lecho no apartó la rosa azul, mi prenda, mi huella para que me sienta cerca en todo momento y de mí no se libere.


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