La doceava navidad.

12 1 1
                                    

A veces ocurre, que te arrepientes del camino que has escogido. El tiempo nos hace apreciar lo que hemos perdido, lo que algún día tuvimos. Igual, en el momento, la pasión nos ciega, pero si nuestra personalidad es impulsiva solo lo agrava.

Pues sí que me arrepiento de haberle destrozado el corazón a mi mejor amigo. Ahora me doy cuenta de que siempre fue él. Y ya seguro que es demasiado tarde.

Doce años después, mejor dicho, en la doceava navidad después de haberle roto el corazón a mi mejor amigo, allí estábamos en la misma habitación él y yo.

-Hola Juan, Feliz Navidad.- Dije esbozando una tenue sonrisa mientras le miraba a los ojos.

Juan me miró con indiferencia, casi molesto. Las cosas seguían igual. ¿Cuánto tiempo más estaría él molesto conmigo?

-Hola - Dijo Juan casi con un gruñido sin siquiera mirarme a los ojos.

-Me alegro de verte, no sabía que vendrías...- dije realmente alegre de verle después de tanto tiempo.

Aunque intentaba que no se me notara demasiado.
Ambos habíamos cambiado, Juan tenía algo menos de pelo y más entradas, con unas arruguitas adorables tras los ojos. Mientras que yo desde hacía un par de años, ya contaba con una buena cantidad de canas en mi cabeza y algunas arruguillas empezando a asomar también en mis ojos. El paso natural de los años. Dicen que en los hombres siempre es más benevolente, con Juan lo había sido.

-Roberto me invitó....-dijo Juan ladeando la cabeza, dejando clara sus pocas ganas de hablar conmigo, como siempre hacía.

-Claro, sí, a mí también...- dije intentando quitarle importancia.-...Oye, ¿cómo va tu trabajo? Ha estado lloviendo estos días...

-Si por eso estoy aquí ahora, porque ni hoy ni mañana trabajo...- dijo interrumpiéndome Juan.

Juan empezó a hablar sobre el campo, las olivas y el negocio familiar. Pero yo no podía hacer otra cosa que mirar sus labios. Siempre habían sido mi debilidad, tan sensuales. Juan era un chico guapo, altura media, hombros anchos y sonrisa pícara. Pelo y ojos marrones con piel aceitunada. Eso sí, tenía unos labios muy carnosos que invitaban a ser besados. ¿Seguiría teniendo aquellos piercing que yo recordaba?

-¿Cómo? - Dije mirando a Juan abstraída intentando volver a la realidad. -¿Tu abuela a muerto?... no lo sabía, no me lo dijo Roberto. Lo siento mucho...doña Lola era una señora de los pies a la cabeza....yo...- tragué saliva y miré con sentimiento a Juan directamente a los ojos- ¡Lo siento mucho!

Nuestras miradas conectaron por un instante.

-Ya....- dijo Juan bajando la vista al suelo- Ha sido muy complicado este tiempo....

-¡Juan!- Gritó Roberto desde la barbacoa- ¡Tío! ¿Puedes traer la panceta de la cocina?- Decía mientras le hacía señas con la mano libre de dónde se las había dejado.

Sin decir palabra, Juan se fue a ayudar a Roberto con la barbacoa.

Esta había sido la conversación más larga que habíamos conseguido tener en años. Francamente, podría haber ido mucho peor. La sangre no había llegado al río.

-¿Qué?- me dijo mi hermana mirando a Juan y a Roberto.- ¿Cómo ha ido?. -Ha ido.... por decir algo.- Dije suspirando.

Empecé a andar en dirección opuesta camino a la puerta de la calle. No pensaba pasar en aquella fiestecita de viejos amigos ni un minuto más. Sabía que había hecho muy mal si quiera en aparecer. Solo con sonrisas y buenas palabras no se arreglaban las cosas.

-Pero yo os he visto hablado por lo menos cinco minutos, se os veía bien, yo pensaba...- Dijo mi hermana intentando animarme mientras me seguía.

-Ni me miraba a la cara Lidia...- Dije cortando y sentenciando la conversación.- Me odia. Doce años después me sigue odiando. ¿Es que va a ser así toda la vida?

-Hombre... no lo creo...- decía mi hermana Lidia como siempre tan políticamente correcta.- Solo igual necesita más tiempo, más espacio...y bueno si, igual necesita dejar de odiarte.

Mi mirada junto a la puerta de salida lo decía todo. Aquella pantomima no iba a durar ni un minuto más. Empecé a buscar las llaves de mi coche dentro del bolso.

-No se ni porque me esfuerzo con él.- Dije suspirando.-¿Qué mierdas hago yo aquí Lidia?...

-Pues intentarlo y demostrarle a Juan que sigues intentando ser su amiga. Que sigues intentando arreglar lo vuestro.... ¡que él te importa!- Decía mi hermana ya en modo discursito motivador de maestra.- Pero es que el tío tiene que reconocer que los tiene cuadrados de lo cabezón que es...porque también ¿qué le cuesta a él ser civilizado contigo en público?.....

Pero yo ya no podía escuchar a mi hermana, me sabía al dedillo su discursito con respecto a Jose.

Habían sido doce años de discursitos motivadores por su parte. Igual lo que me pasaba con todo esto era que yo era la hermana realista y ella la hermana soñadora de la familia. No podíamos ser más opuestas. Aunque ambas éramos igual de bajitas, Lidia tenía el pelo negro oscuro y liso, con grafas, aire de maestra y con curvas, mientras que yo siempre cambiando de color de pelo, actualmente con el pelo blanco, por debajo de las orejas y ondulado, con un estilo de ropa siempre a la moda y más bien planita por la parte delantera.

Muchos de nuestros amigos de toda la vida no sabían ni que éramos hermanas. Apenas nos parecíamos, ella tan tranquila y yo temperamental cuál tornado.

Mi mente aún se estaba recomponiendo tras haber estado tan cerca de Juan y de sus labios, bueno y también de su mirada enfadada y sus toscos movimientos.
Me iba de allí, desde luego que me iba de allí, mientras arrancaba mi coche me despedía de mi hermana.

-Dile a Roberto que lo siento...-dije diciéndole con la mano adiós a mi hermana con el coche ya en marcha.- Dile que luego le llamo...

Y sin más me marché de allí, con la mente cargada por los momentos vividos con Juan a lo largo de los años. Nuestras incontables horas hablando hasta el amanecer.

Cuánto lo añoraba.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 11, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

MI MEJOR AMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora