PRÓLOGO.

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Las niñas normales a los nueve años jugaban con las muñecas, corrían con sus amigos y disfrutaban la vida como se debía a esa edad. Felices sin preocupaciones. 

Pero eso no fue lo que le tocó a Luna Black. A sus nueve años la internaron de urgencia en el hospital. El primer diagnóstico de los doctores fue asma, le dieron los remedios y tratamientos, dejando ahí el asunto. 

A las dos semanas volvió a ser ingresada al hospital, y luego de una serie larga de estudio fue diagnosticada con cáncer. Uno que con tratamiento era posible de curar, pero las probabilidades no eran demasiado altas. 

Empezaron rápido con las quimioterapias. Lo que más le dolió de ello fue quedarse sin su cabello, pero que Jane y Jacob se raparan el pelo por ella, la hizo sentir mejor. 

A pesar de todo disfrutaba ir a clases, pasar tiempo con su familia y en especial ir a la Push. El lugar más relajante donde se podía sentar y pensar. Algo que amaba. 

Siempre fue una niña que tuvo la esperanza y la fuerza de seguir adelante. Nunca se le pasó por la mente rendirse, porque ella tenía miles de sueños para cumplir. 

Pero la vida siempre es cruel con las personas más buenas que existen en el mundo. 

Su vida dio un giro inesperado cuando a sus catorce años le dejaron de hacer quimioterapias. Para finalmente a sus quince decirle que no le quedaba más de unos meses y que debía disfrutar al máximo. 

Palabras que la destruyeron y la hicieron pensar que su lucha no valió la pena. Aunque esos pensamientos duraron un día, porque ella quería disfrutar del tiempo junto a su familia. 

Porque el cáncer no sólo consume a la persona que lo porta. Si no que deja en un sufrimiento eterno a la familia y amigos del afectado. Porque el enfermo muere y deja de sufrir, pero su entorno se queda con el recuerdo y las cenizas. 

Y Luna Black estaba dispuesta a hacer felices a las personas que la rodean, hasta su último aliento. 

ACENDRADO³ | Seth Clearwater Donde viven las historias. Descúbrelo ahora