Prólogo

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N o v i l u n i o

El silencio que trae consigo la noche, resulta siempre amena para esos seres que se ocultan bajo las sombras

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El silencio que trae consigo la noche, resulta siempre amena para esos seres que se ocultan bajo las sombras. ¿Has escuchado hablar de un novilunio? No me sorprendería saber que no, pues son monstruos invisibles bajo el manto oscuro de la noche. Quienes se atreven a mirarlos descubren la verdad a costo de sus ojos, viviendo atormentados por toda su vida recordando lo último visto ese día. Ellos le dicen "tener piedad", pues son tan poderosos que si quisieran acabarían a todos con solo soplar ferozmente sobre el suelo el fuego de un dragón.

— ¡Su majestad! ¡Han robado la luna!

Apenas y pueden percibirse, son tan sigilosos como el viento que logran escabullirse con agilidad, podrían estar ahora mismo a tu lado y no te darías cuenta. A no ser por ese aroma a tierra húmeda que desprenden, que cuando inunda tus fosas nasales ellos ya han desaparecido, y, por lo tanto, hecho un caos. Dejando solamente un rastro de polvo de estrellas que te obliga a dormir.

— ¿¡Cómo lo han permitido!?

Esta noche se apropiaron de las sombras del reino de Modezzalbo. Uno de los grandes reinos que colonizaron las aguas y tierras surestes del inmenso mundo. Vigorosos soldados estaban de pie frente a su rey. Mientras que unos perdían el equilibrio por el sueño del que aún no despertaban, otros sollozaban por haber visto. Solo unos cuantos valientes mantenían en alto la cabeza, pero ninguno se disponía a dar una respuesta, porqué tal vez no la había.

— ¡Respondan! — ordeno eufórico, rechinaba los dientes mirando a cada uno de sus soldados con ira. — Han robado la luna, y ustedes inútiles no hacen más que lloriquear.

El rey apoyo sus manos en el pilar de cristal donde antes reposaba la luna blanca. Habían dejado solamente aquel collar de plata destrozado, y rastros de polvo lunar en su alrededor mezclado con una viscosidad oscura que brillaba con singularidad. El rey pensó en aquellas historias que su bisabuelo le contaba, historias que se volvieron leyenda y ahora solo eran mitos.

¿Será posible? , se preguntó. No lo creyó hasta que lo escucho salir de la boca de uno de sus soldados:

Novilunios —balbuceo, sus ojos pintados de blanco, sin iris o pupila, raíces negras encarnadas a su rostro trozando su piel. Pero el rey no sabía doblegarse, soltó una fuerte carcajada sarcástica que dejo a todos confusos. Había sonado más patético de lo que él había pensado.

— Los novilunios no existen, son solo un mito.

— Yo he visto a cuatro.

Esa voz gélida estremeció las paredes del palacio, y a cada uno de los presentes. Pues con la fuerza de valor con la que había alzado la voz para hacerse escuchar, sacudió el temor de todos. Caminó entre la multitud que le abría paso hasta el Rey, a quien le sostuvo la mirada sin parpadear. Había dicho que había visto a cuatro, pero detrás del casco dorado unos febriles ojos azules no parecían temer.

— Los cuatro grandes han estado aquí.

Los ojos viejos del rey se posaron en el símbolo de la antigua monarquía que tenía su armadura. Un escalofrío estremeció su cuerpo, y por intuición tomo la empuñadura de la espada.

— ¿Qué quiere el reino de Astora aquí?

— La unión absoluta.

Un novilunio, es solo un desterrado que no busca la venganza

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Un novilunio, es solo un desterrado que no busca la venganza. Busca la purificación del alma que se les ha robado.

El Cielo Oculto De ShizoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora