Espérame en 2022

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La guerra ha terminado, sin embargo, la catástrofe continúa de manera inexorable. La hambruna recorre las calles, las personas levantan los escombros que quedan de sus casas, otros tantos mueren por la radiación que les ha dejado la detonación de la bomba nuclear.

El panorama es tan devastador que el corazón de Bakugo se oprime ante la culpa que siente por su situación tan privilegiada, porque él está sentado en una mullida silla, con té verde humeante sobre su escritorio y abundante comida esperándolo sobre la mesa en la que también reposa una canasta de frutas frescas, cuyo valor podría ser el salario mínimo de una persona.

Es un niño rico, hijo de políticos con una cadena de comunicaciones, lo cual lo hace estar en uno de los puntos más altos que la sociedad japonesa tiene. Y la cantidad inmensurable de dinero que su familia tiene, lo ha hecho sobrevivir a la cruel guerra.

Tiene cicatrices sobre su pecho, en su hombro, otra cicatriz más en su abdomen, pero sus padres habían pagado una cuota para que priorizaran su rescate y el de su hermano menor. Ellos tenían dinero para salvar su carne ¿Pero que había de aquellos que solo tenían lo básico? Todos esos hombres que Katsuki vió morir, tenían una esposa, hijos, padres, tenían a alguien que los esperaban en sus casas y ninguno de ellos en sus últimos momentos, pudo despedirse.

Le ruega a Buda un día poder deshacerse de esa culpa que carcome su mente y que le impide avanzar.

El teléfono fijo sobre su escritorio suena y Katsuki contesta, durante los primeros segundos no se escucha nada, luego hay un leve crujido.

- Espere en la línea un momento, la llamada se está dirigiendo a su receptor. Cuatro de noviembre, 1945. Cuatro de noviembre, 2022. - Una voz femenina suena a través del teléfono en un tono monótono, luego se escuchan tres pitidos antes de que halla cierto crujido, alguien está en línea.

- Buenas tardes. ¿Con quién tengo el gusto de comunicarme?

-¿Aló...?

Ambos hablan al mismo tiempo. Katsuki tiene un segundo para ordenar sus pensamientos, como la aterciopelada voz del chico al otro lado de la línea o la forma tan informal y jovial con la que se dirigió a él, así también la frase que usó. "Que peculiar", pensó.

- He de disculparme...

-¡Lo siento! ¿Con...Eh?

Volvieron a hablar al unísono. La diferencia en sus tonos de voz, al igual que en la forma de hablar exaltó aún más a ambos jóvenes.

Katsuki suspiró, su paciencia era una mecha corta y siendo heredero de la empresa de sus padres, debía de comportarse con propiedad.

-Sí, dígame.

-¿Eh, yo? Pero, usted fue quien me llamó.

-He de decir que entonces usted es corto de mente, porque en mi agenda no tengo su número registrado, ni he tocado el teléfono antes de contestar está llamada. - Contestó en un tono casi iracundo, pensando en que sería otra de esas bromas tontas que hacían algunos muchachos al marcar números al azar. Escuchó un jadeo al otro lado de la línea.

-¡Pero yo no te llamé!

-¿"Te"? ¿Acaso sus padres no le enseñaron lo que era el respeto? Osar de esa manera tan desagradable ante alguien de mayor autoridad es una falta de respeto, por si no lo sabía usted. - Katsuki colgó con furia la llamada, cruzando sus brazos y viendo el teléfono con recelo. Agobiado terminó por suspirar, moviendo su mano a la taza de té antes de llevarla a sus labios, intentando calmar la ira que subía por su cuerpo.

Entonces, el teléfono volvió a sonar y no le quedó de otra que atender de nuevo.

-Espere en la línea un momento, la llamada se está dirigiendo a su receptor. Cuatro de noviembre, 1945. Cuatro de noviembre, 2022.

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