cap 4

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 ¿Sabe?, mi mami es pues medio aburrida; rara vez duerme a estas horas. Tengo que pasarme las noches cuidándola. De día es peor, cuando ya me estoy cayendo de sueño ella me llama por cualquier zoncera, y camino y hago las cosas entre sueños. Nunca descanso.

—¿Pero, ella siempre está enferma?

216 Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia.

—¿Enferma? Ella está pero pues grave –se puso a sorber ruidosamente del plato asentado sobre sus rodillas.

¿Qué habrá querido decir?, pensó Ovidio. ¿Que su madre está loca?, ¿o será una opa? Pobre Jacinta, y comenzó a quererla.

—Le aumentaré –dijo ella, él le alcanzó el plato vacío–. Hace hartillos años tuvo una enfermedad –dijo–. Desde entonces me tiene... Si ella pudiera, hasta me amarraría con cadenas –dio un largo suspiro y se acabó la tranquilidad.

—¿Y su papá?

—Ni lo conocí. Dizque era comerciante, arriero, hacía largos viajes. Yo tenía también dos hermanos, murieron ahogados al querer cruzar el Río Grande. Entonces mi papá se fue a la guerra y no volvió.

—Y su mami se quedó solita con usté.

—Así es, pero desde su enfermedad, ya no hay descanso para mí. Quiere que esté todo el tiempo a su lado.

Ovidio notó que lloraba y temió hablar o moverse. Los minutos pasaban sin apuro. Se acercó a ella para avivar las brasas. Tal vez ya sería medianoche, quién sabe si se acercaba el amanecer, tan rápido se van los momentos felices.

—Jacinta –dijo poniéndose derecho–, quién iba a pensar que...Jacintita... Yo... Yo me casara con usté.

—¿Casarse? –gritó ella–, y luego, como si recordara a su madre y temiera despertarla, dijo a media voz–: Usté está loco. Mi mami no quiere. Mire el patio, ya va a ser de día y usté ni siquiera me ha dejado dormir –ladeó el cuerpo cubriéndose con su manta y apoyó la cabeza en la pared. Ovidio hizo que se acomodara entre los adobes y la ceniza.

Ande habré venido a parar, pensó, descubriendo la tenue silueta de las montañas. No era el amanecer, sino la luna en el cielo despejado. Volvió al dulce sueño de Jacinta. A ratos parecía una niña... ¿Qué vida llevaría, encerrada con una vieja loca? ¿Cuántas veces la pegaría, qué costumbres le enseñaría? Toda una vida de luto, como encerradas en un cajón, como muertas. Pero esta noche ha llorado delante de mí. Cuando amanezca me enfrentaré a la

loca, a la enferma o lo que sea, y me iré con su hija.

El temblor del cuerpo dormido le sobresaltó. Jacinta siguió agitándose y gimiendo en sueños. ¿Soñaba con su madre? ¡La está llamando!, se ha escuchado una voz adentro. ¿La despierto? No, se vuelve a tranquilizar.
El caballo comenzó a sacudirse, había entrado al corredor.

Ovidio sintió un escalofrío, las brasas agonizaban, no valía la pena avivarlas, se acercaba el día. “Jacinta”, “hija”. Ahora sí, esa es la voz demente. ¿Cómo está mi rodilla? Se levantó despacio, ¡podía estirar ambas piernas! Jacinta se agitaba, despertó, sentándose de inmediato.








Continuará

Jacinta  (Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora