Llamas de esperanza.

Capitulo 2: Imperio de Tokyo II

Las obras presentadas aquí para la creación de este fanfic son:

Fate Stay Night (フェイト／ステイナイト) y Fire force (En'en no Shōbōtai/ 炎炎ノ消防隊)

Y los personajes utilizados en esta no son de mi propiedad, sino de Kinoko Nasu [Fate Stay Night] y Atsushi Ohkubo. [Fire Force]

Apoyen al creador original.

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—Muchas gracias. — La madre de familia demacrada intentó sonreír mientras aceptaba el cuenco de sopa caliente que se le ofreció. La fuerza en sus manos negras de los restos carbonizados de las casas a la redonda, o mejor dicho de una gran parte de las viviendas en el distrito de Asakusa que perecieron en este gran desastre.

—Vaya con cuidado. — Agitando su mano ligeramente, despidiéndose de la pobre mujer, la última persona de la fila se había retirado. —Tan exacto como siempre, Shirō. —El enorme cuenco de hierro hizo que su voz tan neutra como siempre rebotara por sus paredes metálicas en donde solo pequeños pedazos restantes de la enorme cantidad de sopa realizada para dar un poco de apoyo comunitario después de todo lo que pasaron hace una noche atrás, fue dejado atrás.

Con una facilidad que desmentía su delgado cuerpo, pero tonificado, cargó la enorme pieza de metal y la subió sobre el techo reforzado de la camioneta familiar en el que habían venido. Sujetándola correctamente para evitar causar un accidente de camino de regreso al restaurante, Tachi se aseguró de que todos los nudos estuvieran completamente firmes y sin ninguna posibilidad de que se soltasen.

Con todo listo, entró a la camioneta por uno de los pequeños aperitivos que tenía guardados en la guantera. Pequeñas gomas acidas con forma del casco en llamas del héroe animado de televisión Flame Rider. A decir verdad, no le gustaba mucho el show, era entretenido de ver de vez en cuando, pero nunca sería una afición. ¿Héroes?, ¿Villanos? En este mundo, ella sabía que tales personas no existían. Solo había aquellos que obraban en pos del bien mayor y quienes disfrutaban de crear caos al por mayor. No había un gran hombre/mujer que quisiera tomar en sus hombros la responsabilidad de poder hacer felices a todos y traer la justicia a aquellos que necesitan ser juzgados.

Pero si no había... entonces....

"¡VOY A CONVERTIRME EN UN HEROE!, ¡UN HEROE QUE SALVE A TODOS!" Los gritos de ese chico aun resonaban en su mente como un martillo. Y a pesar de que todos lo llamaban un demonio, ella misma no lo hizo ya que sabía que la apariencia de alguien no lo definía como persona. Solo tenía que ver a Shirō y su intimidante presencia y apariencia.

A pesar de parecer un hombre que te llevaría a un rincón oscuro para convertirte en pedazos pequeños de carne, el hombre era tan amable que era intoxicante para quien recibía su ayuda. Demasiado desinteresado para su propio bien, pero tan cálido como los rayos del sol.

Rayos de calidez que quería esparcir a todo aquel que lo necesitara. Tal como él había hecho con ella, su abuelo y una gran parte de su clientela recurrente. Todos de una forma habían sido ayudados por él.

Por eso, aun con sus llamas destructivas, quería ser ese pequeño faro de esperanza para las personas que pasaban por momentos difíciles. Tal como Shirō lo había sido para muchos y para ella misma.

Solo necesitaba girar su cabeza para ver como esos pasos débiles y cortos, los ojos hundidos y faltos de esa chispa que mantenía en alto a todos hacía delante parecía haberse extinguido en muchos de las personas agrupadas, esperando por ser tratados gracias a los servicios prestados por el 6to escuadrón. Los doctores venidos directamente de la clínica del escuadrón estaban haciendo todo lo posible para tratar a los heridos causados por la insana cantidad de Infernales que aparecieron por todo el distrito.