Creations ft. Sonadow

Luna Nueva

Los alaridos de aquel hombre resonaban en aquella lúgubre habitación plagada de oscuridad y frialdad, gritando por su vida, implorando por una nueva oportunidad mientras sus fuerzas se desvanecían entre las garras y dientes de aquel animal, aquella bestia que creó, su monstruo, su creación, su hijo.

El ambiente húmedo se sentía pesado. Los gruñidos de aquel enorme ser resonaban con eco, rebotando entre aquellas gastadas paredes en las que las gotas de rocío tosco resbalaban hasta el suelo, empapandolo de forma rápidamente disimulada.

Sus colmillos se habían clavado en su piel, traspasando sus tejidos, sus músculos, perforando sus huesos, haciéndolo una fuente de sangre mientras sus garras tomaba su pecho y lo rasguñaba de forma certera, traspasando su caja torácica, destruyendo sus costillas, privandolo de sus órganos, destruyendolos en un torbellino sangriento, llevándose su vida fuera de él, viéndolo aún en la oscuridad, sin disfrutar el verlo luchar por su vida, sin sentir nada, haciéndolo porque así lo quería ahora, porque así lo había querido desde el día en el que abrió los ojos y fue conciente de su existencia.

Las cadenas que se habían encargado de mantenerlo atado a aquella pared, en aquel recóndito lugar del universo, yacían rotas, fracturadas, con su base agrietada aún en la pared, dejándolo con aquel collar rojo de espinas metálicas aún en el cuello pero sin tener un lugar base al cual aferrarlo, siendo libre con un recuerdo inverosímil de su primer propósito.

Los bigotes de aquel desafortunado ser yacían tiesos en sangre, dejando un triste semblante que no duraría por mucho, sin vida desde que aquel monstruo lo había despojado de su corazón, cortándolo de forma brusca para luego tirarlo contra una pared junto a sus pulmones, vaciando su pecho, fracturando su columna vertebral entre rugidos y gruñidos de histeria.

Abrió sus fauces, tomando la cabeza de su creador en esta, apretándola con fuerza entre sus colmillos, arrancandola de su cuerpo, masticandola con disconformidad, degustando el sabor de su sangre, rompiendo el cráneo, abriéndolo lo suficiente para percibir el sabor de su cerebro en su paladar, desagradable para sus gustos, haciéndole tener una arcada.

Escupió con brusquedad aquel pedazo de carne humana contra la pared, provocando que se estrellara contra una de estas, haciendo que terminase de romperse, moviendo sus orejas para escuchar como aquellos sesos triturados se desplazaban vacilantemente hacia el suelo para esparramarse y ser irreconocibles.

Lamió su hocico, pasando su larga lengua por sus fosas nasales, pegando la misma a su propio paladar, respirando de forma pesada, moviendo sus orejas con cierta desconfianza, confundido por el silencio que había creado, viendo de lado a lado, indiferente, conociendo algo nuevo para él.

Relamió sus dientes, saboreando los restos de sangre, degustando alegremente aquel sabor metálico. Bostezó, abriendo su boca tanto como podía, cerrando sus ojos con fuerza mientras soltaba un pequeño murmullo agudo, sacudió sus cabeza y acto seguido procedió a rascar el lado derecho de su cabeza con una de sus patas traseras, ayudándose de que éstas estuvieran vestidas por un par de botas rojizas con picos en las suelas, sin ser consciente de cuando se las pusieron, agradecido de forma limitada a este detalle.

Avanzó, pasando por encima del cadáver que había devorado de forma mezquina, generando un sonido agudo y seco al romper el arma con el que su creador buscó dormirlo para venderlo al mejor postor. Gruñó, haciendo una mueca de rabia, agachándose para olfatear el artefacto, sintiendo en éste el asqueroso olor de aquel científico, su detonante de odio. Dió un zarpazo al suelo, quitando el arma de su camino, quitando el recuerdo de su hora más oscura, de ese instante en donde su cuidador quiso eliminarlo. ¿Pues qué creía? Logró darle un giro a la partida, y solo él decidiría cuando perder de ahora en adelante.